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9 octubre 2022 (2): Volaron los últimos puentes

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 9 oct 2022
  • 2 Min. de lectura

La guerra de Ucrania se adentra en una nueva fase de consecuencias imprevisibles. Rusia, tras los referéndums celebrados en el Donbass, ha incorporado unilateralmente estos territorios a la Federación, de modo que, desde ese preciso momento, se arroga la legitimidad para defenderlos como cualquier otro espacio del país; sabe que, de esa forma, los intentos ucranianos por recuperarlos ya no se van a ventilar como un asunto interno, porque serían tratados como agresiones contra la soberanía y población rusas. Por otra parte alguien, el culpable hay que buscarlo entre los beneficiados, dinamitó los gasoductos Nord Stream y acabó con la posibilidad de que la recuperación del flujo de gas ruso a Europa Occidental pudiera desempeñar algún papel conciliador en unas hipotéticas conversaciones de paz.

Ahora solo queda la continuación de una guerra inmisericorde en la que las partes y sus respectivos aliados niegan cualquier posibilidad a la negociación, a la diplomacia, y solo contemplan el fin de esta contienda con su victoria aplastante.

Pero que los ingenuos o interesados abandonen cualquier esperanza de que la conflagración acabe en breve con el rápido triunfo de su bando; Ucrania no dejará de recibir el más sofisticado armamento de las potencias occidentales y Rusia aún no ha puesto en juego ni un décimo de su capacidad militar. Lo que la cerrazón de todos está consiguiendo es que un enfrentamiento armado, hasta ahora limitado a un espacio físico restringido y del que buena parte de la juventud de los contrincantes era aún ajena, se transforme en una guerra total, donde las hoy todavía escasas víctimas civiles crezcan exponencialmente por posibles bombardeos masivos sobre las grandes ciudades y la movilización de reservistas agigante la tragedia de millones de familias que verán cómo sus vástagos abandonan su proyecto de vida para exponer sus jóvenes existencias en el campo de batalla. La separación progresiva de las poblaciones de etnia rusa y ucrania, resultado de los meses de hostilidades, tampoco augura nada bueno, porque los partidarios de la mano dura hallarán menos escrúpulos morales a la hora de arrasar áreas ahora solo habitadas por “el enemigo”.

En fin, que la cosa pinta muy mal  y, que lo sepan nuestros gobernantes, los muertos también podemos empezar a ponerlos nosotros. Ojalá les quede a todos los implicados una mínima racionalidad y se avengan a negociar. Después de todo es lo que ocurrirá tarde o temprano, pero que no sea necesario un estéril baño de sangre previo.

Desgraciadamente, el título de este artículo ha resultado premonitorio: ayer, cuando ya tenía ultimada esta columna, se atentó contra el puente que une Crimea con Rusia y contra los ferrocarriles alemanes; hay alguien empeñado en precipitar la escalada del conflicto. Preved lo peor.

 
 
 

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