9 enero 2022 (2): Se nos cae a cachos
- Javier Garcia

- 9 ene 2022
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El pasado día de Reyes ha sido el primer aniversario de la revuelta y ocupación del Capitolio en Washington. Un gravísimo atentado contra la democracia de impacto planetario. Y es que, pese a lo extravagante del movimiento que lo promovió y lo estrafalario de algunos de los asaltantes, lo cierto es que se trató de un intento de raptar la voluntad popular por la fuerza.
Creo que se ha escrito muy poco, e investigado menos, sobre quienes instigaron el golpe y aquellos que lo perpetraron. A día de hoy, se han producido muy pocas condenas, la mayoría de ellas livianas, mientras muchos de los casos duermen a la espera de la conclusión de su instrucción y bastantes de los responsables ni siquiera van a ser identificados ni procesados.
Los artículos de autores norteamericanos, que con motivo de la efemérides he podido leer, son desalentadores para cualquier observador de este lado del Atlántico. La mayoría coincide en que las causas de aquel alzamiento no solo no han remitido en su virulencia sino que se han exacerbado; otros hablan de que los acontecimientos se precipitan hacia una guerra civil y, todos, coinciden en la división sectaria de la sociedad norteamericana.
En resumidas cuentas, la ya exigua mayoría blanca no cultivada se ha despertado del sueño americano para sumirse en la pesadilla del empobrecimiento, la precarización y las drogadicciones, mientras culpan erradamente a los afroamericanos y los inmigrantes latinoamericanos de todos sus males. Estos, por su parte, tampoco han avanzado sensiblemente frente a los prejuicios racistas. Y, todos, más claros o más morenos, perciben que les está tocando vivir bajo unas condiciones notablemente peores que las que disfrutaron sus mayores.
Como siempre que en un país se asienta un acusado malestar social, hay pescadores que intentan extraer ganancia del río revuelto y, como ocurrió en la infausta década de los treinta del siglo pasado, se proponen soluciones simples a problemas complejos a la par que se buscan chivos expiatorios que culpabilizar de tanto dolor. Para ello cuentan con los altavoces de unas redes sociales que no se someten a ningún control público y, por qué no decirlo, la complicidad de movimientos religiosos mesiánicos, la inmensa mayoría de ellos de extrema derecha y negacionistas de toda evidencia científica.
Naturalmente que quienes avivan la llama del enfrentamiento no pertenecen a esas clases sociales víctimas de los excesos del neoliberalismo. Por el contrario, el fuelle lo soplan precisamente quienes han llevado a la sociedad norteamericana al estado de postración actual, con el propósito de vaciar de contenido al sistema democrático, sustituirlo por un régimen iliberal autoritario, poder así dar un paso más en la satisfacción de su insaciable codicia y rectificar el inevitable retorno a las políticas keynesianas que el endeudamiento, la desigualdad y las crisis sanitaria y medioambiental están impulsando. Cuentan, como aquí, con un tercer poder en manos del sector de la judicatura más reaccionario, un ejército que, probablemente, también se alinee con esas tendencias ante su ineluctable pérdida de peso, un sector financiero que, como ante el nazismo y el fascismo, se decantará por quienes cree que puede manipular y desecharlos cuando incomoden y, vuelvo a insistir en ello, un hipócrita y cínico movimiento integrista religioso que hace de la lectura acrítica de la Biblia el argumento incontrovertible en favor de su causa, puesto que, claro, se trata de la palabra de Dios.
Soplan malos vientos, queridos amigos, porque cuando Washington estornuda Europa se resfría. Esto se nos cae a cachos.

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