9 enero 2022 (1): Un acto revolucionario

El exceso de consumo de carne es insostenible y sumamente dañoso para el medio ambiente. Y no se trata de una afirmación gratuita: la FAO ha calculado que, por ejemplo, todas las vacas del planeta liberan anualmente a la atmósfera cien millones de toneladas de gas metano, equivalentes a 2.500 millones de toneladas de dióxido de carbono. Este valor absoluto ha sido estimado en alrededor de un 15 % de la emisión total de gases de efecto invernadero (Coordinadora Estatal de Stop Ganadería Industrial). A estos datos se suman otros igualmente preocupantes e incontrovertibles: bastante más de la mitad de la superficie cultivable del planeta se emplea como pasto o espacio para la producción de piensos, por no hablar de que miles de millones de toneladas de productos agrícolas tienen por destino alimentar a la cabaña. En resumidas cuentas: las evidencias sobre los efectos contaminantes de la ganadería intensiva y su bajo rendimiento, en términos de consumo de recursos para producir proteínas y otros nutrientes aptos para los humanos, son abrumadoras.

De la misma forma, las denominadas macro granjas representan un serio problema medioambiental debido a la contaminación de los acuíferos por purines y los químicos empleados, y la mala gestión de otros residuos como la sangre o las pieles. Y ello por no hablar del maltrato animal, ampliamente extendido y sobrecogedor, como lo vienen mostrando numerosas pruebas gráficas que han inundado los medios de comunicación en los últimos años y, por qué no añadirlo, la experiencia de quienes viven cercanos a estas pavorosas explotaciones ganaderas o a los mataderos y deben escuchar el constante y desgarrador griterío de miles de seres sintientes (lo dice la ley recientemente en vigor) sucios, hacinados, golpeados, asfixiados, mutilados y finalmente sacrificados, en bastantes ocasiones despiadadamente, sin cuidarse de infligir el menor dolor posible y ante los ojos de los que van a seguir la misma suerte.

Toda la información que acabo de desgranar es incontestable, salvo que alguien acepte la existencia de hechos "alternativos", claro. Así las cosas, el Ministro de Consumo del Gobierno de España ha osado poner el dedo en la llaga y alertar de que el rey va desnudo; es decir, ha reiterado lo que acerca de la ganadería intensiva y las macro granjas vienen diciendo todos los estudios merecedores de crédito de los últimos años. Está entre sus funciones y competencias el determinar cuáles son los hábitos de consumo más sostenibles y saludables, así como priorizar los medios de producción y la logística más acordes con los limitados y exhaustos recursos de nuestro planeta. Y, sin embargo, le han llovido furiosas descalificaciones, que no críticas fundadas, y la enésima exigencia de dimisión desde el poderoso lobby carnicero, la derecha neoliberal, la ultraderecha taurina y hasta desde los progres de vía estrecha a los que les va el chuletón al punto.

Pues, qué queréis que os diga, la verdad es tozuda y, más temprano que tarde, la humanidad entera, y hasta los del slogan "Spain is different", con su toreo y sus cachopos, habrán de rectificar este camino a la perdición recurriendo en mucha mayor medida a las proteínas de origen vegetal y, si es posible industrialmente, a la producción de carne sin animales. Pero no habrá redención para el insolente ministro, porque ahora más que nunca goza de plena actualidad la célebre frase de George Orwell: "en tiempos de engaño universal decir la verdad se convierte en un acto revolucionario"; y a la revolución, por pacífica y democrática que sea, la reacción siempre le responde con la represión más implacable.