8 mayo 2022 (2): Ludibrio
- Javier Garcia

- 8 may 2022
- 3 Min. de lectura
El otro día, vagando desnortado por los mil y un noticiarios digitales, me detuve, aún no sé por qué, en ciertas informaciones sobre la azarosa vida de los famosetes. Como suelen tener un largo historial de amoríos, no estoy seguro si reales o fingidos, es muy tentador, y lucrativo, acabar esa relaciones con la traca final de una demanda; así que suelen entrar por una puerta de los juzgados como demandantes y salir por la otra como demandados unas cuantas veces en el año. En medio de la detallada crónica de ese febril ajetreo de abogados, procuradores y acusadores, leí una palabra que un juez, sin duda chapado a la antigua, había empleado en la redacción de su sentencia: ludibrio.
Intrigado por semejante vocablo, del todo desconocido para mí y que me sonaba, lo confieso, a comisión de algún tipo de repulsivo acto vinculado a vete a saber qué extraña y sofisticada perversión, inmediatamente busqué y descubrí que es sinónimo de escarnio o mofa. Quedé un tanto decepcionado por su significado, tan alejado de su malsonante vocalización, pero inmediatamente reparé en que somos víctimas del ludibrio un día sí y el otro también.
Nos toman el pelo, mis queridos lectores. Así lo siento yo cuando, por ejemplo, leo las unánimes e inverosímiles crónicas de guerra; cuando un señor con pinta de cobrador del frac llama tontos a los ciudadanos que han decidido acogerse a la tarifa regulada de la luz; cuando otro, ¿señor?, se queja amargamente de su desgraciada condición de hermano de una presidenta de comunidad autónoma, al parecer circunstancia más que desafortunada a la hora de hacer negocios; cuando un "pillo", según indulgente diagnóstico del líder de la oposición política, acusado de embolsarse unos cuantos millones de más del erario público traficando con mascarillas, se presenta ante el juez con un patrimonio por debajo de los trescientos euros; cuando un antiguo ministro, con sentencia firme de cárcel, lleva más de media década en libertad porque padecía una enfermedad terminal; cuando el gobierno de la nación se pone a explicar lo del espionaje de Pegasus y, como maniobra diversiva, opta por confesar que sus miembros también han sido víctimas de escuchas ilegales; cuando mi administración más próxima reprueba informes incontestables sobre el más que evidente declinar de nuestra economía industrial; cuando el actual ministro de la Seguridad Social pretende convencernos de la conveniencia de trabajar hasta los setenta y dos años; cuando se blanquean marcas políticas de indudable índole totalitaria; cuando el voto parlamentario se compra y se vende en medio de un mercadeo insufrible y los grupos políticos anteponen sus intereses corporativistas a los principios ideológicos por los que teóricamente se conducen; cuando, con propósitos espurios, se echa mano de la historia sin ningún tipo de rigor científico y se afirma, entre otros disparates, que España existía hace nada menos que dos mil años; cuando se solicita una rebaja de los impuestos a sabiendas del quebranto del erario público y con el único propósito de ahorrarles importantes contribuciones a las rentas más altas; cuando, en un momento especialmente delicado para las fuerzas progresistas, estas, en vez de aunar esfuerzos, justifican discrepancias y fisuras sin fin en aras, eso sí, de la unidad, y ello hasta el extremo de comprometer su participación en unas inminentes elecciones autonómicas; cuando los mismos empresarios que afirman creer ciegamente en la relevancia competitiva del conocimiento y la innovación apenas proporcionan empleo a aquellos científicos y tecnólogos formados para la investigación; cuando, en fin, se miente flagrantemente y, lejos de mostrar vergüenza y ofrecer disculpas a los engañados, los falsarios se encastillan en sus falacias y defienden cínicamente lo refutado por los hechos.
Lo peor es que, de toda esta letanía que he desgranado y que solo los muy pacientes habréis salmodiado hasta el final, podéis encontrar referencias entre lo publicado en el plazo de, digamos, el último mes. Lo dicho, va a ser que la palabra de moda es ludibrio.

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