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8 mayo 2022 (1): De ahí las den todas

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 8 may 2022
  • 3 Min. de lectura

No es ningún secreto que en nuestra sociedad está aumentando la desigualdad. El crecimiento macroeconómico no trae la felicidad para todos, sino solo para los pocos que se benefician de gigantescas plusvalías y, a fuerza de percibirlas, concentran toda la riqueza en sus manos. Los pobres, severos o de esos otros muchos que tienen dificultades para llegar a fin de mes y han de escoger entre comer carne, siquiera una vez a la semana, o pagar la luz, son cada día más numerosos.

Es tiempo, pues, de la caridad, que si los bancos de alimentos, las ONGs, Cáritas... Y ya sabemos que la caridad no arregla nada, solo lo puede hacer la justicia social. Peor todavía, la caridad únicamente actúa como sedante del dolor colectivo, de modo que el mal puede persistir y progresar sin que se adopten las medidas terapéuticas radicales que esta patología lleva tiempo exigiendo.

Por si la fase del ciclo económico en la que nos hallamos, consustancial al sistema neoliberal salvaje que nos gobierna, no fuera suficiente para sumirnos en una regresión económica como no se conocía desde hace más de una década, estamos también saliendo de un bienio de penurias por causa de la pandemia y, ahora que nos las prometíamos felices, llega una guerra, una de muchas, pero más cercana, que ha desbocado la inflación y justificado nuevos despilfarros armamentísticos que no hacen sino detraer recursos de las áreas presupuestarias de mayor carga social.

Ya se sabe que a río revuelto ganancia de pescadores; así que un buen número de empresas, marcas y famosos de todos los colores han visto en la corrección de la caridad el contexto idóneo para hacer su particular campaña publicitaria. Así, tenemos grandes superficies que, cuando te dispones a pagar mediante tarjeta, te interrogan, ofreciéndote las alternativas de un botón rojo y otro verde, acerca de si quieres mostrarte solidario con cualquier causa de moda y dones una modesta cantidad con ese fin. A mí estas coacciones me indignan y, con más frecuencia de la que sus promotores quisieran, disuaden de concurrir a determinados centros comerciales; solo faltaba que pasara a engrosar las bases de datos de los roñosos oficiales.

Por supuesto que en la vorágine esta del decoro mal entendido muchos famosos entienden que mojarse por los demás es darse un baño ante las cámaras. También se ha sumado a este nuevo e hipócrita buenismo toda la caterva de deportistas de élite; sí, esos que en una sola hora de espectáculo ingresan tanto como la mayoría de los mortales trabajando todo el año. Juegan partidos de fútbol para la beneficencia, subastan camisetas hediondas, aunque el sudor excretado debe parecer alta perfumería a sus fans, o ceden su imagen "desinteresadamente" para campañas destinadas a movilizar a la opinión pública en favor de determinados colectivos particularmente sufrientes.

Y termino recordando que de estos fingimientos son veteranos maestros los integrantes de la aristocracia, que llevan siglos apostando a sus señoras tras unas mesitas una vez al año pidiendo limosna para los jornaleros a los que, los demás días, suelen tratar como animales. Por supuesto que estas elegantes damas cumplen con su misericordiosa obligación engalanadas con bellas peinetas y tocadas por unas discretísimas y oscuras mantillas, no vaya a creer el populacho que a estas bienhechoras las anima la intención del lucimiento personal.

En fin, que como el lector que haya llegado hasta aquí puede constatar, la gran mayoría de quienes se atribuyen estas buenas acciones en realidad no ponen ni un solo maravedí de su propio bolsillo. Así que me permito jugar con la popular expresión "ahí me las den todas" y la sustituyo por esa también muy cierta "de ahí las den todas".

 
 
 

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