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7 agosto 2022 (1): Cachete con cachete

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 7 ago 2022
  • 2 Min. de lectura

Estamos en agosto y, pese a quienes llevan décadas avisándonos de que España ya no cierra durante estas benditas fechas, lo cierto es que para una gran mayoría de la población el interruptor laboral se acciona masivamente en el octavo mes del año.

Agosto, pues, huele a vacaciones, a campo abierto, a salitre, a cremas bronceadoras, suena a chicharra y se ve coloreado del ocre de los campos cosechados, de la arena de la playa y de los algo más tostados cuerpos, exhibidos como en ningún otro momento del año.

Perdonadme el circunloquio previo, pero era a este punto al que quería llegar: al de la piel expuesta: cuánta y de qué partes de la anatomía humana. Y resulta que el mosaico de tela y epidermis cambia de configuración con los tiempos. Hace un par de décadas el “top less” era práctica ampliamente extendida, hasta el punto de que a nadie hubiera sorprendido que llegara a uniformizar mujeres y hombres en su culto al Sol. Pero hete aquí que la mojigatería, como el ave fénix, resurgió de sus cenizas de la mano, quién lo iba a decir, de una progresía anglosajona y protestante empeñada, al parecer, en recobrar las esencias morales del May Flower. De modo que quienes fueron partidarias de una sola prenda sintieron el acoso de las miradas, desaprobatorias o lujuriosas, y hubieron de retornar al recato del sostén.

Pero como ya nos previene el catecismo, el demonio tiene en la carne a uno de sus principales aliados, así que si tapas por un lado se nos tienta con descubrir por el otro. Quiero decir que nos ha invadido la braga brasileña, generosa en la exhibición de los cachetes traseros.

Ante esta imparable moda, recuerdo ahora que se ha teorizado que la carga sensual, y sexual, de los senos se basa en que sus formas  redondeadas remedan las de las nalgas, y las sustituyen como tótem erótico cuando los humanos decidimos mirarnos cara a cara durante la cópula.

Así que esto de los mini triangulitos puede entenderse como un retorno de lo ancestral. A saber si la nueva prenda anuncia el advenimiento del “perreo” como postura preferente. Yo, que ya friso la edad provecta, sigo prefiriendo las prendas cómodas, unos pechos turgentes, solo bellamente sugeridos, y “el misionero” en las ocasiones, cada vez más espaciadas, que nuestra libido nos lo demanda.

 
 
 

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