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6 septiembre (1): Sobre la responsabilidad

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 6 sept 2020
  • 3 Min. de lectura

"Hay más de cuarenta personas luchando contra la muerte porque alguien ha estado de copas o en una reunión familiar". La frase pertenece a nuestra consejera de Salud y, obviamente, la profirió en el contexto del acalorado debate sobre el impacto de las actitudes personales en el devenir de la pandemia.

Como la sentencia tiene su miga, me permito aquí una sosegada reflexión sobre a quién y en qué medida concierne la responsabilidad. Perdonadme si, como hago casi siempre, me elevo a la más abstrusa abstracción para descender después a lo cotidiano con el argumento bien hilvanado. El pensamiento filosófico universal siempre se ha debatido entre la aceptación de la existencia de una realidad objetiva (realismo) y la magnificación del papel de la percepción por parte de la mente humana (idealismo). Para los que pertenecen a la escuela realista la misión de la filosofía y de la ciencia es conocer y explicar el tejido íntimo del que todo está hecho. Por el contrario, los idealistas son esencialmente fenomenólogos, y solo se proponen dotar de consistencia a las observaciones. Aunque la ciencia y los científicos se han venido alineando mayoritariamente con el realismo, no es menos cierto que la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica es idealista y fenomenológica en su esencia, y renuncia explícitamente a conocer la realidad para limitarse a predecir las medidas experimentales. También es idealista el neoliberalismo económico, que otorga a la actitud y aptitudes del individuo toda la capacidad para delinear su futuro, negando cualquier efecto significativo a las condiciones objetivas del entorno (si eres rico y exitoso, te lo has ganado a pulso; si tu vida es miserable, es porque no te has esforzado lo suficiente).

Supongo que me estás viendo venir, querido lector, y ya habrás deducido que el punto de vista de la consejera tiene, quizá sin ella saberlo, profundas connotaciones idealistas. Efectivamente, si nos remitimos a su escueto mensaje, la futura evolución de la pandemia depende, de modo casi exclusivo, de la actitud de las personas individuales. Sin entrar en el hecho paradójico de que, por otorgarle un rol secundario, tal vez esté cuestionando tácitamente el papel de la institución que representa, me permito, como realista que soy, algunas reflexiones críticas acerca del contenido y consecuencias de su afirmación:

•La propuesta es intrínsecamente incierta (nótese que no digo falsa), por cuanto a su emisora no le es posible establecer un vínculo de causalidad incontestable entre los particulares casos de los ingresados en UCI y alguno de los descerebrados fiesteros que menciona.

•La afirmación en cuestión ahonda en el dramatismo con que administraciones y medios de comunicación están tratando la pandemia. Tal vez con el bienintencionado objetivo de promocionar las hábitos más asépticos, pero corriendo el riesgo de sembrar el pánico, con las consecuencias que ya están aflorando.

•Los apercibimientos a la ciudadanía nunca deberían transmitirse sin el aderezo de una veraz y detallada información de todo cuanto los gobiernos están haciendo para paliar y frenar el avance del virus. No ha hablado de ellos, o no han merecido titulares de portada tras su declaración, aspectos tales como si es suficiente el número de rastreadores, cómo se hace cumplir la cuarentena a los positivos, cómo se gestiona el aprovisionamiento a largo plazo de los mejores fármacos, cuántas nuevas plazas de UCI se han habilitado, en cuánto se ha incrementado el cuerpo de médicos y ATSs...

•En estos momentos, la actuación de las autoridades públicas debería estar presidida por un espíritu de concordia que sirva a la coherencia social, que no me parece se promueva con una declaración que puede enfrentar generaciones y sectores económicos.

•Con afirmaciones de esta naturaleza se corre el riesgo de, exacerbando el grado de responsabilidad individual, criminalizar la enfermedad y al enfermo. Porque, ¿en qué se diferencian los parranderos contagiadores de aquellos padres que no cuidan la dieta de sus hijos y propician su temprana obesidad; de los fabricantes de alimentos ultraprocesados, causa evidente de muchas patologías; de quienes fuman o beben? ¿También a esos se les va a responsabilizar de todas sus desgracias y de las de los demás? ¿Por su mala cabeza, se les cobrará la preservación de su salud a más alto precio? Llevando al extremo este mccarthismo de nuevo cuño, ¿han sido todos los positivos negligentes?

Concluyo, sin excusar la actitud irresponsable de algunos, abierta la veda de la caza implacable de culpables, cualquiera puede convertirse en valiosa pieza cinegética.

 
 
 

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