6 marzo 2022 (1): Polvo eres y en polvo te convertirás
- Javier Garcia

- 6 mar 2022
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Ya estamos en Cuaresma, ese periodo de penitencia y mortificación que remeda los cuarenta días y cuarenta noches que, según el evangelio de San Mateo, pasó Jesucristo en el desierto, dedicado al ayuno y la oración. En mi infancia, tiempo durante el que tuve que sobrevivir al nacionalcatolicismo, la Cuaresma era un inacabable lapso marcado por las restricciones al ocio, las ceremonias litúrgicas sin fin, las imágenes de los santos recubiertas por unas tétricas telas moradas y, sobre todo, la abstinencia de comer carne y los ayunos (creo que, por los méritos acumulados durante la famosa "cruzada" contra los rojos y ateos, algún papa sobradamente ideologizado había concedido a los españoles una dispensa, de la que no recuerdo sus detalles, en relación a la dieta permitida).
En cualquier caso todo empezaba con el Miércoles de Ceniza, sí, el de la pasada semana, día en el que acudíamos a la capilla para que el cura persignara sobre nuestra frente con ceniza al tiempo que salmodiaba con monótono ritmo aquello de "polvo eres y en polvo te convertirás".
La frase en cuestión es una traducción libre del texto hebreo del Génesis, mediado por su versión canónica en latín (la "Bulgata"): "memento, homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris". La frase en cuestión siempre ha suscitado mi interés; veréis, según mi modesta opinión es una de las contadas consignas que suscribirían con el mismo entusiasmo los fervorosos creyentes y los científicos materialistas más recalcitrantes. Y todo ello porque es muy cierto que somos polvo de estrellas, de varias generaciones de estrellas, más concretamente, ya que la vida precisa de la síntesis de bastantes elementos químicos, ligeros, que se crean bajo las condiciones reinantes en los núcleos de las estrellas de baja masa, y más pesados, que exigen fusiones solo posibles en el corazón de astros masivos o en el curso de procesos de extrema violencia como las explosiones de supernovas. Por otra parte es igualmente verídico que volveremos a ser polvo de estrellas; no hay duda alguna acerca de que constituiremos la materia prima a partir de la cual se encenderán nuevos hogares cósmicos, de ciclos y vicisitudes por lo menos tan varios como los de la amplia taxonomía conocida de los astros.
Pero aquí acaba la unanimidad, porque la frase, entendida en su contexto religioso, es una admonición cargada de pesimismo, un recordatorio de nuestra mortalidad, cruel cuando se martillea con él mentes infantiles, de la brevedad de nuestra existencia (por cierto, difícil de conciliar con las promesas de eternidad) y de la insignificancia de nuestras personas. Por el contrario, la lectura astrofísica es esperanzadora: no somos ajenos al cosmos, surgimos de él, durante nuestra breve vida mantenemos encendida una única e irrepetible luminaria de la consciencia y, al cabo, retornamos a nuestros orígenes, siempre formando parte de la urdimbre de la que está hecha toda la realidad.
Disquisiciones aparte, la vida, esa Cuaresma de la existencia (porque todo son privaciones y desasosiego) continúa. No necesitamos mortificarnos, las inseguridades y el sufrimiento los tenemos sobradamente garantizados.

imagínate la paz beatífica cuando llegas a ser polvo... incommesurable