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6 febrero 2022 (1): Gatillazo del enésimo tamayazo

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 6 feb 2022
  • 4 Min. de lectura

La Reforma de la Reforma Laboral se aprobó este jueves en el Congreso de los Diputados. Claro que no sin abochornarnos con un nuevo y vergonzoso espectáculo de esos de los protagonizados por la clase política española.

Como en las investigaciones criminales, la cronología de los hechos resulta de capital importancia para comprender el desbarajuste de esta semana en el templo supuestamente consagrado a la voluntad popular.

Comienzo por recordar al paciente lector que el texto propuesto había contado con un consenso social desconocido en los últimos treinta años, y que había sido el resultado de arduas negociaciones a tres bandas entre la patronal, los sindicatos y el Gobierno. Es cierto, también, que la ley no deroga la que pergeñó la administración Rajoy, tan dañina para las clases más modestas y la madre de todas las precariedades, y que no es el marco de relaciones laborales que demandaba la sociedad ni el que se prometió en campaña electoral; pero, todo hay que decirlo, fortalece la posición negociadora de la parte obrera en el contrato social por vez primera tras bastantes décadas de continuos ajustes y derechos laminados.

Así estaban las cosas entre empresas y trabajadores, cuando al líder canario de Unidas Podemos Alberto Rodríguez se le retiró el acta de diputado por una patada a un policía que nadie vio y tras acatar la señora Meritxell Batet el requerimiento solicitado por el tercer poder, en medio de la polémica de quién podía o debía hacer qué. Unidas Podemos, en una palmaria demostración de tozudez y sobreactuando en la defensa de sus principios, se ha resistido a sustituirlo a la espera de una improbabilísima y, seguro, muy demorada decisión judicial favorable. Total, que a la hora de esta importante votación, y de otras que habrán de dirimirse por un ajustadísimo margen, el Congreso lo integran 349 diputados, y no 350, con la particularidad de que la endeble coalición gobernante cuenta con un voto menos.

Precisamente por el escaso peso parlamentario de PSOE y UP, estos han mantenido dilatadas negociaciones con la práctica totalidad del arco político, a la búsqueda de acuerdos que garantizaran que la ley prosperara. Como no consiguieron que retiraran su voto negativo la ultraderecha, la derecha, la izquierda nacionalista (a lo que parece, un oxímoron de los de libro) y, en última instancia, el PNV, debieron contar con el apoyo de PDeCaT, Ciudadanos y UPN; circunstancias todas ellas que, hay que reconocerlo, deslucen y ponen en cuestión la naturaleza progresista de la norma.

En cualquier caso, el debate se inició con la coalición gobernante convencida de que le salían las cuentas en un ejercicio de inocencia bienintencionada (o de estulticia política, lo que vosotros prefiráis) después de escuchar a los dos diputados de UPN que acataban la decisión favorable a la norma de su partido, pero que no la compartían. En medio de todas estas idas y venidas, el diputado del PP Alberto Casero había procedido al voto telemático adelantado excusándose del presencial por motivos de salud.

Este señor, de curiosos antecedentes, toda vez que ya se había posicionado a favor de varias propuestas de la izquierda "por error", votó "sí" a la ley. Enterado el Partido Popular del contratiempo, y mostrando un nerviosismo impropio de quien debiera suponer que, de todas formas, tenía perdida la votación por el anunciado voto afirmativo de UPN, protestó airadamente a la mesa arguyendo un fallo informático. Fallo, dicho sea de paso, del todo descartable, puesto que el sistema remoto consiste en solo tres botones y exige del votante una doble confirmación. ¿Delegó el señor Casero el voto en su mascota, y fue esta quien pulsó reiteradamente el dichoso botoncito?

En este ambiente enrarecido se procedió a la votación presencial y, para sorpresa de los ingenuos, los diputados de UPN rompieron su disciplina partidaria y votaron "no". En medio de la irritación y el miedo de los bancos progresistas, la señora Batet, otra vez desafortunada protagonista de esta larga historia, confirmó lo mal que se les da a algunos políticos la aritmética contando incorrectamente los votos y declarando rechazada la Reforma. Alertada de su error por alguien que sabía sumar, rectificó inmediatamente: la Reforma de la Reforma Laboral salía adelante por el estrecho margen de 175 síes por 174 noes.

Como no podía ser de otra forma, el PP, empeñado deslealmente en boicotear la llegada de los Fondos Europeos, recurrirá al Tribunal Constitucional, aunque lo tiene crudo aun entre sus afines porque, agarraos los machos, parece que estos errores telemáticos suelen ser habituales y siempre se ha denegado la posibilidad de la rectificación. En cuanto a esos señores de UPN... qué os puedo decir, sino que la sombra oprobiosa del tamayazo se cierne sobre ellos, aunque en este caso se haya frustrado por el imprevisto gatillazo del dedo tembloroso. Huele, pues, a una conjura de parecida catadura a la que echó abajo la moción de censura murciana (indicios ambos de que "ese partido del que usted me habla" no renuncia a sus acostumbradas mañas). Unión del Pueblo Navarro ha solicitado a los diputados díscolos que devuelvan sus actas de parlamentarios, a lo que ya se han negado. Mediremos el grado de su decencia comprobando bajo qué nuevas siglas o traspasando qué puerta giratoria se ganan las lentejas en los próximos tiempos...

 
 
 

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