6 diciembre (1): Disparar primero, advertir después
- Javier Garcia

- 6 dic 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 8 dic 2020
Hay palabras, términos, indisolublemente unidos a una época. Así, durante la denominada Transición Democrática, gozó de gran éxito el vocablo "consenso"; una meliflua y eufemística fórmula para denominar a la comunión con ruedas de molino que los derrotados y represaliados de la guerra civil hubieron de digerir.
De la misma manera, y durante las largas décadas de neoliberalismo desaforado, hicieron fortuna otros dos sustantivos: "austeridad" y "reformas". Son el resultado, sin duda, de un tratamiento cosmético aplicado a la áspera realidad que el sistema nos impuso. Pese a que la austeridad, entendida como la juiciosa administración de escasos recursos, no tiene nada de reprochable, la que los prohombres de la gestión económica nos vendían como remedio para todos los males consistía en reducir la carga fiscal a las grandes empresas y fortunas, con el impepinable resultado del paulatino e imparable desmantelamiento de los servicios públicos y, muy particularmente, de aquellos con una notable función social. Fue el caso de la sanidad (¡cuánto nos acordamos ahora de quienes nos pusieron a los pies de los caballos de la pandemia, precarizando a los sanitarios y reduciendo equipos y camas a la mínima expresión!), la educación o la investigación y el desarrollo. En lo que respecta a las denominadas "reformas", que en pura lógica semántica deberían significar cambios legislativos y normativos de progreso y adaptación a la modernidad, aclarar que lo que en realidad significaba la palabreja era "recortes" de los derechos adquiridos, particularmente de los laborales, con la consecuencia del retorno al capitalismo salvaje decimonónico, que todavía padecemos.
Estábamos en esas cuando llegó la pandemia y, con ella, algo de nueva gramática. Para variar, los nombres han cedido el protagonismo a los verbos. Ahora lo que predomina es "advertir" o "avisar"; "advierten" los expertos, profetas de los problemas y mezquinos con las soluciones; y "avisan" los gobiernos, implacables inquisidores del ocio y tolerantes en grado sumo con todo género de insalubridades, si estas se padecen en el entorno laboral. Otro verbo en boga es "disparar", bueno, más precisamente, "dispararse"; se "disparan" los casos, el número de hospitalizados, los decesos... según cuál sea el indicador que peor evolución muestre (en el caso de que ningún parámetro empeore, lo que ocurre es que la pandemia "no remite"). Y es que, para amedrentar, no hay nada como la apelación a lo bélico, al desenfreno de lo trágico. Para acabar con los transitivos, mencionaré "confinar"; lo conjugan muy bien, sobre todo cuando se trata del tiempo futuro y el modo potencial (dudan de nuestra "responsabilidad", otro concepto omnipresente, así que nos amenazan con la compulsión).
En fin, que va siendo hora de cambiar el ritmo de la actualidad y de difundir mensajes más amables; si no tienen buenas noticias que darnos que, al menos, callen. Espero, con todo, que las circunstancias mejoren y a algunos les anime un mínimo de humanidad. A mí particularmente me gustaría que los "influencers" de lo positivo, si es que queda alguno, pusieran de moda palabras tales como "normalidad", "derechos" y, sobre todo, "esperanza".

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