5 febrero 2023 (2): Tanques por Bilbao
- Javier Garcia

- 5 feb 2023
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La imagen de la semana la constituyen unos cuantos camiones pesados portando TOAs (transportes orugas acorazados) sobre sus góndolas, listos para embarcarse en el puerto de Bilbao con destino Ucrania. Confieso que ha sido un shock para mí constatar que la desvergüenza armamentista ha dado un paso más al frente; y digo esto porque para nadie era un secreto que desde aquí se enviaban importantes partidas de máquinas de la muerte con destino Arabia Saudita para sostener la terrible guerra que se libra en Yemen entre el oficialismo wahabista y los rebeldes hutíes. Pero en esas ocasiones por lo menos se obraba con cierto pudor y los envíos se encubrían con la oscuridad de la noche y el secretismo más hermético. Ahora no es el caso, por primera vez en la historia reciente europea, el rearme y el militarismo obtienen el visto bueno unánime de todos los medios de comunicación que, sin el menor atisbo de crítica o discrepancia, se alinean unánimemente con la disparatada teoría de que la guerra se combate con más armas que, mire usted por dónde, se consideran ahora paladines de la paz. Hasta quienes solían mostrar alergia a que las hordas del ejército español pisaran el noble suelo vasco dan la callada por respuesta al tétrico desfile de blindados, no vaya a ser que sus objeciones irriten al imperio.
Hasta aquí mis melindres perroflauteros; ahora me visto de ciudadano europeo más o menos acomodado y empiezo a preguntarme cuánto me va a costar esa generosidad de mi país para con una, y sola una de entre muchas, nación en conflicto bélico. Sin duda que, como dice mi cuñada con su gracejo sureño, "un perraje". Dinero que, con toda seguridad, se detraerá de otras partidas mucho más necesarias; y no es preciso que salmodie la letanía de la salud, la educación, las infraestructuras o las políticas sociales destinadas a paliar la precaria situación de los más débiles que, por cierto, hoy son legión. Exijo, y creo que es una demanda más que razonable, que el Gobierno de España dé explicaciones parlamentarias y someta al voto democrático esta decisión de involucrarse en una lejana conflagración que, se hace preciso recordarlo, en otros tiempos hubiera necesitado una declaración oficial de guerra, evidentemente una de las resoluciones más solemnes que cualquier estado soberano podía adoptar.
Insisto en que, como a Brassens, a mí la música militar nunca me supo levantar, pero puestos a polemizar, también me asalta la preocupación de que, mientras se apoya al remoto eslavo, el ejército que está encargado de garantizar nuestra soberanía e integridad territorial se descapitaliza y pierde buena parte de su operatividad y capacidad defensiva justamente cuando un vecino, de esos de los que ejercen de mosca cojonera, se está viniendo arriba en medio de victorias diplomáticas, bravuconadas y desplantes varios, a la par que se arma hasta los dientes y reitera sus históricas reivindicaciones.
Y termino con la principal de mis inquietudes: que tanta impúdica exhibición de nuestro alineamiento despierte la atención del enemigo y este nos escoja como blanco preferencial de sus misiles en un cada vez menos hipotético conflicto globalizado. Pues, qué queréis que os diga, no quiero ser carne de cañón, mi solidaridad acaba donde empieza mi instinto de supervivencia y el amor por los míos. Así que sugiero a quienes desde lejos jalean los porrazos que sean los que directamente los arreen y que, claro, también los tomen, que no nos usen de parapeto.
Mejor sería, y es lo que de verdad deseo fervientemente, que el desvarío cese y que en ambos bandos confrontados aflore cierta racionalidad y se instauren las mínimas condiciones como para acabar con el conflicto por la vía de la negociación.

Segundo, salir de la NATO, cuanto antes...