5 diciembre 2021 (2): Del calamar y otros cefalópodos
- Javier Garcia

- 5 dic 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 18 mar 2022
Hace menos de un bienio en Occidente sabíamos muy poco del cine surcoreano. Hasta que irrumpió con fuerza en nuestras pantallas de la mano de la película "Parásitos", galardonada con dos Óscar de Hollywood, la Palma de Oro de Cannes y los Globos de Oro. A este éxito planetario le siguieron otras producciones también con gran acogida internacional; es el caso de la serie para Netflix "El juego del calamar", que se convirtió en la más vista en esta plataforma, con nada menos que 142 millones de espectadores de todo el mundo.
Por pitos o por flautas, y aunque no soy un gran entusiasta de las películas orientales, y menos del cine enlatado proporcionado por los servicios en "streaming", resulta que he visto tanto el largometraje como todas las entregas del serial cefalópodo. Confieso que me han sorprendido por lo cuidado de unos guiones, que compensan con creces los presupuestos relativamente modestos, y por el contexto social deteriorado en el que ambas tragedias se desarrollan.
Y es que a uno le hablaban de Corea del Sur e inmediatamente se le venía a la cabeza que es uno de los denominados tigres económicos asiáticos, que en el pasado experimentó tasas de crecimiento económico próximas a los dos dígitos anuales, que en la actualidad sus smart phones y los televisores de última generación que producen se hallan a la vanguardia tecnológica planetaria y tienen unas cuotas de mercado altísimas y que, en el sector automovilístico, y hasta la irrupción de los coches eléctricos, solo marcas coreanas habían sido capaces de abrirse paso con éxito y desde cero en el competitivo mercado del transporte privado... En fin, que nuestros medios de comunicación tanto nos habían estado machacando con el "milagro coreano" como paradigma del desarrollismo liberal supuestamente inclusivo, que habíamos formado una elevada opinión del país del yin-yang.
Sin embargo, yo siempre he mantenido una posición suspicaz acerca de la verdadera naturaleza de estos paraísos mercantiles. Porque ya nos pusieron de ejemplo otros experimentos del capitalismo más despiadado a los que ahora se les ve la fea cara de la pobreza, la desigualdad y los conflictos sociales. Concretando, basta citar los casos de Chile que, tras el estallido social de 2019 aún espera alguna solución, de Hong Kong y sus revueltas, de Vietnam y Malasia creciendo a costa de condiciones laborales inhumanas, y hasta de la UE y los Estados Unidos, donde las políticas neoliberales han generado enormes bolsas de miseria y exclusión, a la par que propiciado el renacimiento de los más siniestros movimientos fascistas. Bueno, pues como he adelantado en anterior párrafo, estas dos producciones surcoreanas me reafirman en esa impresión también para este pujante país asiático; ambas tienen como protagonistas a unos seres desesperados que viven chapoteando en la lóbrega ciénaga de las infraviviendas, los trabajos mal remunerados y precarios, la economía sumergida y las deudas impagables, mientras ahogan sus penas en la bebida y depositan en la picaresca, el juego y las apuestas la vana esperanza de rehacer sus miserables existencias.
Las producciones, en fin, no dejan ninguna duda acerca de la verdadera calidad de vida para una mayoría de la población. Sin embargo, tras ese análisis crítico de la realidad socioeconómica que viven las clases populares coreanas, tanto la película como la serie prefieren olvidarse de lo colectivo y bucear en la psique de quienes se hallan en situaciones extremas, cuando está la misma supervivencia en juego. El planteamiento es inteligente y la conclusión moral demoledora, reparo sin embargo en que las complejas y bien hilvanadas tramas solo profundizan en los aspectos individuales del drama de la miseria; omitiendo, o relegándola a la condición de decorado de fondo, la naturaleza social y económica del problema. En fin, que como los calamares con sus extremidades en la cabeza, prefieren la acción a la reflexión.

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