5 0ctubre 2025 (1): La pseudociencia, como mal menor, también campa entre los supuestamente progresistas
- Javier Garcia
- hace 6 días
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Quienes leen las noticias de los medios vascos se habrán enterado ya de los sucesos acaecidos en el campamento de verano de Bernedo (Álava). Es el caso que sus gestores y monitores, apelando al propósito educativo de combatir los estereotipos de género, frenar la creciente sexualización y devolver la dignidad a cualquier clase de cuerpo, recurrían al nudismo y hacían que los adolescentes a su cargo también se incorporaran a sus prácticas: duchas comunitarias unisex, compartidas por docentes y discentes sin prenda alguna que tapara "las vergüenzas". Aparte de todo esto, con posterioridad se ha sabido sobre presuntos actos contra la libertad sexual, que han sido denunciados por las familias de algunas posibles víctimas, pero, al parecer, los juzgados competentes aún no han otorgado diligencias previas.
Por el apoyo a los denunciados de otras familias, también usuarias de los servicios del mencionado udaleku, y dado el estado inicial de la investigación y del largo camino procesal que resta, prefiero no entrar a valorar hipotéticos comportamientos delictivos, conceder a los cuestionados el beneficio de la duda y suponer de momento que, efectivamente, sus fines eran exclusivamente formativos y no los movía perversión alguna. Pero lo cierto es que las chicas y chicos que custodiaban (eran menores de edad) tenían derecho al pudor, sentimiento muy humano, independientemente de que provenga de condicionantes culturales más o menos compartidos por la mayoría social de hoy, y los responsables del udaleku les privaron de ejercerlo por la vía de la imposición.
También hay que tener en cuenta que los afectados era "teenagers" y lo revueltas que por esas edades circulan las hormonas. De modo que es harto difícil mantener una convivencia sosegada entre quienes así les funciona el aparato endocrino y tan manifiesta y próximamente observan sus objetos de deseo.
Soy muy escéptico en lo referente a que pasearse en bolas y en grupo cambie nuestra apreciación acerca del ejercicio del derecho a la elección de género (los minoritarios pueden ser más probablemente objeto de chanzas por parte de los mayoritarios), combata la sexualización galopante (por el contrario, la desnudez puede suscitar la impresión de que los cuerpos de los otros están ahí, accesibles, para satisfacer nuestra concupiscencia al gusto de cada uno y cuando se desee) o combata los complejos de quienes se hayan atrapados en fenotipos que no responden a los cánones de belleza vigentes (muy al contrario, la eliminación de la protección proporcionada por las prendas de vestir muestra los defectos físicos sin filtro alguno).
Así que sí, los padres que han protestado tienen razón, sean cuales sean sus principios y las ideologías que los alumbran. Esa clase de convivencias "a calzón quitado" debe ser decidida libremente por mayores de edad, en el pleno ejercicio de su ya maduro criterio.
Termino metiéndome en un jardín y afirmando que este asunto del udaleku es solo una de las muchas manifestaciones de lo mal que, en general, se gestiona la convivencia de los sexos en los espacios educativos: no es liberador llevar prendas, impropias del ámbito académico, que muestran la anatomía sin dejar demasiado espacio a la imaginación, de modo que se perturba las mentes y la vida sexual de los inmaduros observadores, con consecuencias en su rendimiento escolar y en la seguridad de las observadas (suele ser ese el sentido de la mirada libidinosa); no es igualitario permitir que, quienes tienen mayor fuerza física, abusen de ella en juegos y enfrentamientos desiguales; no es equitativa la despreocupación por el monstruoso fracaso escolar que se observa entre los chicos y que no ha merecido reflexión ni medida de contrapeso alguna; no es de recibo la desatención de los educadores sobre los educandos en los tiempos de recreo, lapsos en los que se permiten los malos hábitos, alimenticios o de consumo de sustancias dañinas, mientras escasea el sano deporte, y no se vigila el campante bullying, ejercitado sin limitaciones ni riesgos por grupos numerosos contra los más débiles y aislados.
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