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4 mayo 2025 (2): Se empieza a hablar de nuestro principal problema

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 4 may
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 6 may

El observatorio demográfico CEU-CEFAS hace un pesimista análisis sobre la evolución poblacional de Euskadi, confirmando lo que es evidente para cualquiera que viva aquí: el envejecimiento de nuestros habitantes cabalga desenfrenadamente, la natalidad autóctona se desploma y el éxodo vasco a la búsqueda de mejores oportunidades laborales no hace sino agravar la situación por la marcha de los bien preparados. El informe alerta de una sustitución demográfica de quienes procedemos del propio País Vasco, o de algún otro rincón de España, por quienes nacieron en otros países o descienden de gentes allende las fronteras.

Sorprendentemente, se hace eco de tal estudio el periódico Deia, portavoz oficioso del PNV. Supongo que con el ánimo de desautorizarlo antes de que otros lo empleen como arma arrojadiza, dada la naturaleza conservadora y españolista del observatorio mencionado. Pero con independencia de los objetivos, confesables o no, de los agitadores del avispero, las avispas están ahí, y pican. A estas conclusiones llega cualquiera de nosotros que pasee por la calle, vea los problemas a los que se enfrenta la juventud, hable con sus vecinos, comprobando que las dificultades estas nos afectan a casi todos, y tenga un mínimo espíritu de autocrítica.

Todo esto comenzó con la denominada reconversión industrial, indebidamente explicada y justificada, que consistió en desmantelar la siderurgia integral y la construcción naval, muy probablemente para, a la entrada de España en la Unión Europea, salvaguardar los intereses de sus socios más antiguos.

Con el objetivo de compensar esa pérdida forzada, se puso mucho dinero público al servicio de la iniciativa privada que creó los sectores vascos de la aeronáutica y las energías renovables, al tiempo que el auxiliar de automoción sostenía el grueso de la producción industrial por la disparada venta de vehículos a motor.

Pero lo aerospacial y las nuevas energías tienen ahora otros dueños, que no son vascos ni españoles, y se hallan en muy seria crisis. Por otro lado, la fabricación de coches no termina de cruzar el Rubicón que separa a los motores de combustión interna de los eléctricos, impactando muy negativamente en las ventas de nuevos automóviles. Total, que la industria vasca sobrevive muy tocada y rondándole pésimos augurios para el futuro más inmediato.

Es en ese contexto que nuestro empresariado, pese a sus declaraciones grandilocuentes, hace tiempo que dejó de apostar por el conocimiento y decidió abaratar sus costes laborales, por la errada opinión de que es la única opción viable para mantener su competitividad, y eso cuando no ha optado por vender el negocio al primer postor extranjero que se le presenta. Sin conocimiento no hay innovación, sin innovación no hay futuro y, sin futuro, se cierra el círculo vicioso porque el conocimiento migra.

A estas circunstancias del mercado sumamos una política anestesiada, acrítica con quienes nos vienen gobernando durante casi medio siglo, que sigue mirándose a su ombligo e ignorando los dramáticos cambios que en el mundo se han producido durante estas últimas décadas. Todo esto ha resultado en que no se ha hecho nada para detener esa perversa evolución. Muy al contrario, cuando todo se deslocaliza, aquí estamos empeñados en poner toda clase de obstáculos para que vengan a vivir con nosotros personas valiosas de otras procedencias o, peor, en propiciar la marcha, por la vía del sectarismo, de una parte no despreciable de la juventud propia, cansada de manidos mantras identitarios que no dan de comer y de los hábitos insalubres de muchos de sus coetáneos que, con manifiesta permisividad, abusan del consumo masivo de psicotrópicos y excluyen a los más saludables que, mirad por dónde, son ahora los raros.

Es, pues, el momento de hacer algo. Este debe volver a ser el país amable y creativo que fue, que educó a sus hijos en los valores del trabajo y la solidaridad de los asalariados. Cuando quienes estén dispuestos a esforzarse y quieran vivir dignamente de una nómina hallen con facilidad modos de progresar habremos recuperado el pulso.

 
 
 

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