4 junio 2023 (2): ¿Osadía o jugada maestra?
- Javier Garcia

- 4 jun 2023
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Las elecciones municipales y regionales han significado un duro golpe para la izquierda, porque la derecha ha extendido su poder local gracias, creo yo, a la reagrupación del voto conservador tras la desaparición de facto de Ciudadanos.
Estábamos en eso de las balconadas eufóricas o lamerse las heridas, cuando el presidente del Gobierno, haciendo uso de sus prerrogativas, ha anunciado la disolución de las cámaras y la convocatoria de elecciones generales el día 23 de julio. Creo que a la mayoría de la ciudadanía, y aún a los expertos políticos mejor informados, esto nos ha pillado de sorpresa. La arriesgada apuesta del señor Sánchez me recuerda a esas partidas de ajedrez en la que uno de los jugadores, apurado por el reloj o reducido a una posición muy incómoda, opta por sacrificar la calidad o, incluso, una pieza, para recuperar la iniciativa a cambio de llevar el juego a un contexto de gran complejidad, tras cuya simplificación le espera, o una victoria de las que luego reciben esos calificativos laudatorios de “eterna”, “imperecedera”, etc., o mucho más probablemente, una rápida y contundente derrota.
A su favor juegan varias consideraciones, empecemos por el hecho cierto de que la coyuntura económica y laboral es de las mejores de los últimos tiempos, un activo valiosísimo para las fuerzas políticas en el Gobierno. Será difícil que los partidos conservadoras puedan hacer campaña en base a propuestas presupuestarias alternativas, y más teniendo en cuenta que la derecha siempre carga con una parte de su programa del todo inconfesable: bajada radical de los impuestos a los ricos, compensada con una mayor presión sobre las rentas del trabajo, recortes en los servicios públicos, incluyendo sanidad y educación, y derogación o desnaturalización de numerosas leyes que tienen que ver con los derechos individuales.
También está del lado monclovita el hecho innegable de que la gente no vota de la misma manera a la hora de elegir el Gobierno de la nación que para proclamar a un vecino alcalde de su localidad. Y cuenta, además, con el efecto rebote, o eso de que ya no se puede descender más en la intención de voto; de modo que, con toda seguridad, va a transitar por la campaña entre encuestas que le van a otorgar crecientes expectativas de éxito.
La campaña pilla a la derecha con su líder nacional bastante cuestionado y, claro, sin tiempo para que el trumpismo culmine su particular toma de Génova 13, ello pese a haber sido el gran triunfador de los últimos comicios haciendo uso de su artillería pesada, o sea, los insultos y la demagogia. Así que los votantes más retrógrados, que son mayoría en muchísimas circunscripciones, van a acudir a las mesas electorales sin el entusiasmo con el que optan por su queridísima lideresa.
Y termino con los cálculos del señor Pedro Sánchez que, supongo, considera un as en su manga la fecha de la convocatoria. El 23 de julio culmina el fin de semana en que muchos españoles cogen sus vacaciones de verano; más aún, se ubica en medio del puente de Santiago para los ciudadanos residentes en las comunidades autónomas de Galicia, Madrid, Navarra y País Vasco. Conjeturo que confía en una desmovilización de la alta sociedad capitalina y, en menor medida, de las clases adineradas de provincias, en un momento del año que suelen dedicar al ocio y los viajes.
Contra la arriesgada apuesta de la Moncloa obra que tanto el Partido Popular como Vox van a hacer campaña en un ambiente de euforia mal contenida y, no lo olvidemos, con un aplastante dominio de los medios de comunicación y las redes sociales; que repetirán hasta la náusea lo de Txapote y la cruzada contra el comunismo, con el probable añadido de la “lacra” de la inmigración ilegal, que suele repuntar con el buen tiempo.
En cuanto al supuesto efecto de la fecha elegida, tengo mis dudas acerca de si realmente menguará las posibilidades de los conservadores. De un lado, también las clases populares toman sus vacaciones a finales de julio y van a sus pueblos de origen en los puentes y, de otro, sabido es que el votante derechista es mucho más fiel a sus citas con las urnas, y raramente falla a la hora de depositar sus papeletas; si es preciso recurrirán a un masivo voto por correo (por cierto, ¿ya se ha considerado la posibilidad de que el uso del medio postal sature los recursos disponibles?).
En definitiva, que pintan bastos para la progresía. Solo una campaña decidida en favor de lo social, una buena sintonía con las fuerzas nacionalistas y la unidad, a día de hoy desintegrada, podrían conceder alguna opción de victoria a la coalición actualmente gobernante.

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