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4 junio 2023 (1): El PNV, caso único en la política mundial

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 4 jun 2023
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 17 jul 2023

Todavía sin digerir los resultados electorales del pasado domingo en España, donde se constató que a la mayor parte de la ciudadanía le sugestionan unas vulgares consignas reaccionarias, prefiero centrarme en el análisis de lo acontecido en Euskadi. Sabido es que nuestra tierra es lugar propicio al acontecer de fenómenos de insólita duración, como la pervivencia de la lengua más antigua de Europa o la permanencia ininterrumpida en la división de honor de un equipo de fútbol que solo se nutre de futbolistas formados en Euskalherria (el Athletic de Bilbao fue definido como caso único en el fútbol mundial por el prestigioso diario deportivo L’Equipe). Con todo, aún considero mayor rareza los cuarenta años de victorias electorales del Partido Nacionalista Vasco. Sí, porque aunque les pese a varios otros supuestos “ganadores”, que se arrogan el triunfo por haber elevado su cuota de representación con relación a no se sabe qué anterior cita con las urnas, el PNV ha sido, otra vez, la fuerza más votada en estas últimas elecciones municipales y territoriales. Parafraseando a Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, “en este mundo no hay nada cierto, salvo la muerte y el triunfo electoral del Partido Nacionalista Vasco” (el inventor del pararrayos citaba como segunda invariancia a los impuestos). Y van cuarenta años así, ya que, después de los comicios que alumbraron la administración preautonómica del Consejo General Vasco, solo ha interrumpido el mandato nacionalista, que no su condición de fuerza política más votada, aquel contubernio contra natura que suscribieron PSOE y PP en 2009, posibilitado por la ilegalización de una fuerza política de gran peso político y fuerte arraigo popular. Con todo, aquel cuatrienio se caracterizó por cierta parálisis legislativa y administrativa al retener el Partido Nacionalista Vasco el poder territorial y, con él, la gestión de la hacienda pública; por no hablar de que el nacionalismo también siguió gozando de la lealtad de una mayoría de los funcionarios autonómicos (cosas del estado profundo, que aquí también existe).

Algo tendrá el agua cuando se la bendice, así que creo que es razonable preguntarse cuáles han sido los posicionamientos ideológicos, la praxis política y las condiciones del entorno que han hecho posible tamaña longevidad en el poder. Adelanto que en el análisis informal que sigue no voy a ser sistemático ni ordenado, simple y llanamente voy a aportar, con la modestia propia de un lego en la materia, mis particulares reflexiones al respecto según me vayan saliendo del caletre. Comienzo con la célebre y comentada ambigüedad del PNV. Se ha escrito mucho alrededor de ese “nadar y guardar la ropa”, que yo también considero ha sido el compañero fiel de la larga trayectoria histórica del nacionalismo. Desde luego que se adoptó deliberadamente, y ha resultado de la máxima utilidad a los fines partidistas. Porque para el colectivo de los más acérrimos partidarios de la independencia era imprescindible mantener el fuego encendido del soñado estado propio, pero al tiempo también había que recoger los votos de muchos más que en otras circunscripciones electorales serían calificados de regionalistas, en definitiva, ciudadanos de ideología conservadora convencidos de la conveniencia de tener una administración próxima. A los primeros se han dedicado las declaraciones solemnes y se les ha proporcionado el sucedáneo de la entronización del euskara como única lengua vehicular de facto, con el mensaje subliminal de que el alejamiento cultural terminará precipitando el advenimiento de la Euskalherria independiente, tan ineluctablemente como la fruta madura cae al suelo cuando sopla la menor brisa. Para los segundos se ha reiterado machaconamente el mensaje de la buena gestión y repetido el hecho cierto de que Euskadi, pese al deterioro manifiesto de muchos parámetros socioeconómicos, sigue manteniendo una posición relativa preeminente en el deprimido concierto ibérico. Y, tanto para los secesionistas como para los unionistas, está la sempiterna proclama de la honestidad. Es por eso que el PNV ha combatido la corrupción interna (con la lamentable excepción del caso  De Miguel), aunque ha sido desbordado por el clientelismo como botín de los arribistas, que bullen en  el seno de todas las organizaciones (más en esta, con una inmejorable garantía de estabilidad en el ejercicio del poder) y cuya lealtad a toda prueba resulta de inapreciable utilidad al partido.

El segundo secreto del éxito electoral nacionalista ha sido la capacidad que su dirigencia ha tenido de adaptarse a los cambios en los valores, y ello pese a su carácter confesional de origen, como legítimos herederos de aquel “Dios, Rey y Leyes Viejas”. Contrariamente a sus pares ideológicos de allende el Ebro, han asimilado, y hasta apoyado sin vacilación, el derecho al aborto, la libertad religiosa, el librepensamiento y la libre opción de género.

Otro elemento que ha apuntalado al PNV en el poder ha sido que, desde cierto paternalismo, y otra vez en aparente contradicción con sus orígenes tradicionalistas, ha asumido como prioritaria la preservación de un mínimo de estado del bienestar y compatibilizado su alma conservadora y rural con la necesidad de implementar políticas de carácter socialdemócrata. Solo en los últimos tiempos se ha plegado a la presión neoliberal y procedido a recortes en la sanidad pública, tal vez origen del, para sus aspiraciones, pobre resultado electoral. Que tomen nota, y rectifiquen la deriva hacia la austeridad a cualquier precio.

El tercer as, el que ha evitado el desgaste que el ejercicio del poder conlleva, ha sido saber ponerse todas las medallas cuando el éxito ha sonreído y achacar a “Madrid” los problemas que más afligen a la sociedad vasca. En este juego han desempeñado un rol relevante las nuevas infraestructuras, siempre supuestamente erigidas a iniciativa jeltzale, mientras que se habla del precariado como venido dado por las leyes estatales y las circunstancias internacionales (lo que no deja de ser cierto en bastante medida). A la par de todo esto, y después de la negativa experiencia de la etapa de Ibarretxe, caracterizada por el ejercicio de un fuerte liderazgo político, se optó por un perfil discreto, casi mudo, para la Lehendakaritza. Quien poco habla poco yerra y, mucho menos, genera fuertes pasiones negativas.

Y termino este póquer de ases en la mano nacionalista con las circunstancias políticas del entorno. España es una circunscripción electoral fuertemente polarizada, donde izquierda y derecha mantienen un duelo equilibrado, sin apreciables transferencias del voto entre los grandes bloques ideológicos. Así que, tanto PSOE como PP han precisado de acuerdos gubernamentales, formales o tácticos, con las fuerzas nacionalistas, que han proporcionado al PNV grandes victorias en el terreno presupuestario y que, obviamente, han sido exhibidas como valiosos trofeos ante la opinión pública vasca. Al tiempo, esa alianza ha domesticado la oposición “españolista” en Euskadi, máxime cuando ha sido también beneficiaria de una medida cuota de poder, merced a variados pactos de gobierno en las distintas administraciones.

Concluyendo, la inusitada resiliencia peneuvista es la consecuencia de la permanencia de las circunstancias y la invarianza de sus políticas, que hasta la fecha han priorizado los planteamientos tácticos sobre los grandes objetivos estratégicos.  

 
 
 

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