top of page

31 mayo (2): Llegar primero

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 31 may 2020
  • 3 Min. de lectura

Muy pocos discreparán públicamente de la justeza de un mundo donde la pobreza se haya definitivamente abolido y reducido sustancialmente la escandalosa desigualdad imperante. También, creo, habrá una mayoría de mis lectores que justifiquen e, incluso, consideren conveniente, la equidad; que, si recurrimos al diccionario de la RAE, es el principio moral que propone dar a cada uno lo que merece.

Así, llegamos a la casi inobjetable conclusión de que, en las sociedades democráticas liberales, casi todos demandamos que el éxito económico y social dependa, exclusivamente, del mérito. Son numerosos los que, incluso, creen que ese estado de cosas tan satisfactorio ya impera, y que quienes acumulan grandes fortunas han hecho merecimientos para su disfrute, mientras que los que alargan las colas del desempleo han llegado a esa penosa condición por desidia o incapacidad.

Desgraciadamente, la meritocracia no tiene nada que ver con el sistema que rige nuestros destinos. Su supuesta vigencia no es más que una coartada para excusar la injusticia y, sí, su opuesta, la inequidad, que nos conducen a la más descarnada desigualdad. Quisiera aquí dejar claro que esto que afirmo no es una opinión, sino un hecho fundado en abundantes datos. A quienes deseen profundizar en estas cuestiones y formar un criterio basado en los hechos, les invito a que lean "El capital en el siglo XXI", de Thomas Piketty y, más exactamente, el capítulo que titula "Mérito y herencia a largo plazo". Ahí el lector interesado verá que la evolución del flujo sucesorio (definido como el cociente entre el valor total de las sucesiones y donaciones transmitidas a lo largo de un año y los ingresos ganados y producidos a lo largo del mismo periodo), después de un mínimo que discurre entre 1910 y 1950, inició un recorrido ascendente que, como no podía ser de otra forma, va engordando la participación del patrimonio heredado en la riqueza nacional (en Francia, en el año 2010, esa relación era cercana al enorme 70 %).

Convendréis conmigo que la herencia puede ser legítima, pero en modo alguno meritoria. No lo son, igualmente, los monstruosos sueldos de los grandes ejecutivos, usualmente dos órdenes de magnitud mayores que los de sus empleados más cualificados (más bien parecen una fórmula subrepticia de percibir anticipos sobre las rentas de sus activos). Tampoco, en fin, se puede considerar equitativo que el gran capital produzca mayores rendimientos promedios que los que devengan los pequeños inversores (hecho, hay que insistir otra vez, inobjetable).

Para acabar, esta abrumadora prevalencia del poder económico no es la mejor de las condiciones para que se ocupen puestos y cargos bajo el solo criterio de la mejor adecuación del demandante. No mientras haya un padre propietario y un hijo que colocar.

Pero yo no quería hablar de esto, o no solamente de esto. Olvidad por un momento los condicionantes económico y financiero y, reparad que, aun en su ausencia, la meritocracia es quimérica por el elevado peso de lo azaroso. Así, debo reconocer que nuestra generación ha disfrutado, y todavía disfruta, de puestos y salarios que envidian nuestros colegas más jóvenes y sobradamente mejor preparados. Y es que estuvimos en el momento y el lugar apropiados, mientras que ellos han llegado cuando todo el pescado estaba vendido. Fuimos, simplemente, afortunados, lo mismo que los primeros patriarcas de las grandes dinastías financieras que, honesta o deshonestamente, aprovecharon hallarse en una coyuntura particularmente favorable para la acumulación de riqueza. En el fondo, la ventura y desventura humanas se reparten de la misma y arbitraria manera que la carne de un animal que muere en plena naturaleza y, seguidamente, sirve de pitanza a los carroñeros (dicho aquí sin ningún ánimo peyorativo). ¿Quiénes se llevan la mejor tajada?: Los que la suerte los ubicó cerca del perecido y llegaron primero.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
30 noviembre 2025 (2): El bazar en la red

Como hace tiempo que había dejado de prestar atención a las redes sociales, casi me había olvidado de la enorme capacidad de creación de negocio que fluye digitalizada. Es por eso que me ha pillado de

 
 
 
23 noviembre 2025 (3): Tsunami de despropósitos

El mismo día que el fiscal general del estado era insólitamente condenado por una filtración informativa, cuyo origen en la acusación pública no parecía evidente, salvo para el tribunal que lo juzgó,

 
 
 

Comentarios


Formulario de suscripción

688806378

©2020 por El observador inercial. Creada con Wix.com

bottom of page