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31 enero 2021 (1): ¡Querían vacunarse!

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 31 ene 2021
  • 2 Min. de lectura

Hace tan solo dos semanas defendía en el artículo "Postureo" la conveniencia de que los poderosos abrieran los turnos de vacunación para dar ejemplo y domeñar los prejuicios de tantos ciudadanos escépticos. ¡Ingenuo de mí! Aún no se había secado mi tinta cuando empezaron a menudear las noticias de que una consejería de salud en pleno, el jefe supremo de las Fuerzas Armadas, algunos altos mandos de la Guardia Civil, directores de hospitales varios, generosos ellos, tanto que invitaron al chute a sindicalistas, religiosos y hosteleros, y hasta las fuerzas vivas al completo (cura incluido otra vez, vaya por Dios) de uno de esos pueblos nuestros de nombre rococó e ignota ubicación, se habían colado para recibir la primera dosis de inmunización. Pero es que aquí no acaba la cosa, el debate que se ha suscitado después tampoco tiene desperdicio; de modo que algunos creadores de opinión de las fuerzas más ultramontanas, y hasta un relamido político, recientemente retirado en plena juventud, han sido más que benevolentes con los infractores y sugerido, incluso, lo que yo: la conveniencia de que se vacunen antes el Rey y los miembros del Gobierno; por sus altas responsabilidades, dicen.

Me estoy perdiendo algo: ¿mi cansado y disminuido cerebro ha iniciado una deriva reaccionaria hasta comulgar con lo más montaraz y carpetovetónico sin que siquiera haya sido capaz de persuadirme de ello?... O, ¡malpensado de mí! ¿Todos esos grandes de España lo son de verdad, y los impulsa la noble intención de contribuir al bien común?

Puede que ni ellos ni, por supuesto, yo, nos hayamos movido un ápice de nuestras originales convicciones. Tal vez... malicio, lo que ha sucedido es que algo muy importante ha debido de revelarse... o, alternativamente, difundirse, con mayor o menor fundamento, que aconseja la más rápida vacunación.

Bien, examinemos todas las posibles opciones del árbol lógico que se despliega ante nuestro juicio: supongamos, y es más que razonable conjeturarlo, que todos estos señores de las poltronas están mejor informados que nosotros, y que han llegado a saber o bien que las vacunas son segurísimas y muy eficaces, pero escasas, y es mejor abrirse paso a codazos por si no hay para todos y los rezagados en la inmunización vayan a ser discriminados; o, y esto sería lo peor, que la pandemia amenaza con alumbrar nuevas y mucho más letales mutaciones, por lo que es cuestión de vida o muerte inmunizarse antes de que eso suceda.

Retornando ramas atrás y acercándonos otra vez al tronco del árbol, la otra posibilidad, tampoco descartable dada la humana condición, es que en realidad no sepan mucho más que nosotros; que lo que les está sucediendo es lo que experimentamos casi todos: una creciente ansiedad ante lo desconocido que nos invita a agarrarnos a cualquier clavo ardiendo. Sin duda que la angustia es una pulsión de gran fuerza, capaz de cambiar el estado de opinión general de la noche a la mañana, transformando la original reticencia ante la vacunación en desaforado entusiasmo; puede ser.

Vistas las opciones, y para infortunio de esta sociedad, lo que sí queda claro de ese árbol de posibilidades es que, tras divergir en un inicio, converge hacia un escatológico final: ¡Sálvese quien pueda!

 
 
 

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1 comentario


Luis Fernandez Ovalle
02 feb 2021

en mí, lo reconozco, se dan dos condiciones del tonto, soy muy escéptico incluso ante las evidencias y, esto es lo peor, no tengo miedo a morir, aunque tampoco ganas

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