30 julio 2023 (1): Las elecciones que nadie ganó

Es un tópico recurrente que, cuando se interpela a las distintas fuerzas políticas acerca de sus resultados en unos comicios, la práctica totalidad de ellas los estiman exitosos. La realidad es muy diferente, y las recientes elecciones generales así lo ponen de manifiesto.

El PP ha sido la organización que más votos ha recibido y más escaños en el Congreso logrado, concretamente ha pasado de 89 a 136 poltronas, lo que parece una más que notable progresión. Sin embargo, teniendo en consideración que ha contado durante todo un cuatrienio con el casi monopolio de la propaganda mediática, incluyendo un enjambre de avispadas y furiosas  ana rosas aguijoneando día y noche a la progresía y, últimamente, con la militancia azul de las agendas demoscópicas, cuya poca vista más parece parcialidad que torpe miopía, se antoja un resultado magro, insuficiente, sobre todo si se contabiliza el descalabro de Vox, que le ha prestado un aluvión de votos “útiles”. Al final, como le viene pasando durante décadas al Partido Popular, le ha salido cara esa estrategia de recoger votos en determinadas circunscripciones a cuenta de denostar a los electores de otras (así hay que ver el malhadado lema “que te vote Txapote”, porque ofende en Euskalherria, que hace mucho tiempo que repudió la violencia, y gira en torno a una palabra peligrosamente parecida a “chapapote”, que evoca un desastre medioambiental y político precisamente protagonizado por el Partido Popular y los  famosos “hilillos de plastilina” de un tal M. Rajoy).

También el PSOE ha crecido en escaños, pasando de 120 a 122. Pero yo no voltearía las campanas de Ferraz, porque el Partido Socialista está muy lejos de retornar con éxito a sus caladeros habituales de votos, porque también se ha beneficiado de la “utilidad” de elegirlo y porque ha liderado un gobierno de coalición que, por mor de la pandemia y otras coyunturas, ha contado con la licencia bruselesa para gestionar unos presupuestos expansivos.

Vox ha pasado de 52 a 33 escaños, así que no hay mucho más que añadir. Es muy difícil conseguir clientes extremistas cuando estos hallan perfecto acomodo en otra alternativa con posibilidades reales de gobernar. A nada que las circunstancias  les sean desfavorables, correrán la misma suerte que Ciudadanos y alguien fundará otra organización neofascista, aún más fanática.

Sumar restó. O sea, que tendrá 31 diputados cuando Unidas Podemos contaba con 35. A Yolanda Díaz le ha pasado como a aquel que deshizo un puzzle y, al recomponerlo, trata de hacerlo sin la pieza clave. La unión de las escisiones no recupera el original, porque excluye a los desafectos de la operación de demolición previa que, o eligen otra alternativa, o se abstienen.

Hasta el partido que nunca pierde, el PNV, se ha llevado un sonoro soplamocos a cargo de EH Bildu. El evidente sorpasso vasco obedece al inteligente giro social de la izquierda abertzale y a la ciega autocomplacencia jeltzale, que no está sabiendo descifrar el importantísimo cambio socioeconómico que está teniendo lugar en Euskadi, donde corremos el peligro de desangrarnos por la migración de nuestros jóvenes mejor cualificados. Por esta, y otras razones, como el deterioro en el servicio de Osakidetza o el cuestionamiento de la gestión gubernamental, los nacionalistas, a fuer de perder viejos feudos, puede que deban parafrasear a Humphrey Bogart en Casablanca y apelar a un resistente “siempre nos quedará Getxo”.

Termino con el independentismo catalán, que tal vez refuerce su capacidad de presión a la hora de hacer viable una alternativa de gobierno progresista, pero no puede ignorar que ha sido batido en toda regla por el PSC.

Esperemos que una conjura de derrotados racionales alcance un acuerdo de mínimos y sepa dar continuidad a la tímida labor de modernización emprendida hace un quinquenio, ahuyentando definitivamente los fantasmas del franquismo.