3 octubre 2021 (2): Cuando la erupción extinguió la pandemia
- Javier Garcia

- 3 oct 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 5 oct 2021
El contrafuego deliverado, que avanza en sentido contrario al incendio que se pretende extinguir, quemando el combustible que este segundo precisaba para su avance, es una conocida técnica empleada en la lucha contra las ígneas catástrofes estivales. Nuestros dirigentes políticos y los medios de comunicación, consumados bomberos de la indignación social causada por las difíciles condiciones de vida, saben de esta estratagema y han encontrado en la erupción del volcán de Cumbre Vieja de La Palma el extintor más eficaz del escándalo de la escalada en los precios de los servicios básicos y del temor desproporcionado al coronavirus, sustituyendo el código genético malicioso por el magma incandescente como villano de la película de la actualidad (los ejecutivos del IBEX siempre se van de rositas).
Estos expertos en apagar cualquier llama de esperanza o subversión saben muy bien de la débil condición humana, que juzga su situación más por comparación y en relación a la de sus semejantes que por la valoración absoluta de su realidad objetiva. Cuantas más y más severas penalidades sufra el prójimo mayor será el grado de satisfacción con el estado propio. Es por eso por lo que, bajo el paraguas de un exagerado o totalmente fingido pesar, hablamos mucho de las enfermedades y los conflictos familiares ajenos, o competimos en esa carrera de ver quién se muere más tarde que tiene como juezas de pista a las esquelas, tan ávidamente leídas en cuanto sobrepasamos la cincuentena y nos apercibimos de los efectos letales que tiene el transcurso del tiempo. A esto hay que añadir la incuestionable ventaja de que de esta inesperada miseria insular nadie es culpable y a todos nos aflige, no importa cuáles sean nuestras ideas o clase social. El volcán es, pues, el saco idóneo de todos los golpes, igual que los pecados privados para la Iglesia, que así obvia lo enojoso de denunciar la injusticia y los abusos de los poderosos. No dudéis, por tanto, de que quienes manejan el cotarro noticioso avivarán digitalmente los rescoldos de la actual incandescencia si Vulcano se muestra piadoso y cesa en su vómito flamígero; agigantarán los riesgos de una erupción catastrófica y hasta polemizarán en torno a la posibilidad de un tsunami de proporciones bíblicas que asole otras costas. Finalmente, y cuando sea patente e incontestable que el volcán haya cesado en su furia, seguirán documentando el nuevo paisaje, el terreno ganado al mar o cómo la población afectada reanuda sus quehaceres, transformada en heroína de una gesta de la que nunca hubiera querido ser épica protagonista.
Pues eso, que llegó el volcán de La Palma y se acabaron todas las demás tribulaciones. Ahora ya tenemos víctimas sacrificiales, que arden por nosotros en una ara lo suficientemente alejada para sentirnos a salvo de la tragedia mientras gozamos del espectáculo. Bueno, la verdad es que, pusilánimes, aguardamos con temor el eventual impacto de la ceniza emitida, no vaya a ser que invada nuestros impolutos pulmones y nos cause silicosis, EPOC o cáncer; que todo puede pasar.

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