3 mayo: Cabalistas y numerólogos
- Javier Garcia

- 10 may 2020
- 2 Min. de lectura
Hoy es la quincuagésima jornada de confinamiento. Haciendo honor al notable número cincuenta, este tres de mayo ha marcado un hito cercano al final, ojalá, de la pena que se nos ha impuesto, aún no se sabe por qué delito. Efectivamente, celebramos que, por segundo día consecutivo, podremos salir de casa sin pretextar las necesidades fisiológicas de nuestra mascota, ni la compra de los imprescindibles alimentos.
A los numerólogos seguro que no les sorprende lo extraordinario de la onomástica de Estela, Felipe y Violeta (eso es lo que pone en mi agenda). Pero si, pese al paseíto y la opinión de los gnósticos, aún no creéis que el cinco seguido del cero posea propiedades excepcionales, juguemos a cabalistas amateurs y remontémosnos a la antigua Grecia.
Platón, en su famosa “República”, habla mucho y bien de ese número porque la parte racional de su raíz cuadrada es el 7. Este, a su vez, significa el cuarto de luna, o sea, la septimana, cuyo factorial es el (lo voy a escribir con cifras arábigas porque me está cargando deletrear tantos números) 5040.
Bueno... y qué, me diréis. Pues que, siguiendo con Platón y su “República”, en su diálogo titulado “Leyes”, propuso esta cifra como el óptimo número de habitantes de su ciudad ideal. ¿Por qué? Porque, para él, el mejor tamaño de la población debía de ser aquel que contuviera el mayor número de subdivisiones exactas posibles, de forma que, tanto para la guerra como para la paz, se pudiera organizar a los ciudadanos en brigadas de las más variadas magnitudes. Y todo eso, claro, lo satisface el 5040, porque este número tiene cincuenta y nueve (59) divisores, aparte de sí mismo; más aún, es divisible exactamente entre los diez primeros números naturales.
Seguro que esta forma de ver las cosas no se le ha ocurrido al Gobierno de España. Porque, queridos amigos, para dictar la normativa horaria que han aprobado deberían haber resuelto el problema de preservar el menor contacto físico posible teniendo en cuenta que: la compra puede efectuarse por parte de cualquier adulto a cualquier hora, dentro de los horarios comerciales vigentes; los propietarios de mascotas pueden pasear a sus canes también sin horario, siempre que restrinjan distancia y tiempo; y los grupos de población constituidos por niños, adultos, ancianos, discapacitados necesitados de acompañante y deportistas deben gozar de su recién estrenada y escasa libertad en horarios específicos para cada uno de ellos, pudiendo, en estos casos, pasear con quienes comparten hogar y mantel (perdón, excepto los corredores, que habrán de sudar en solitario y, por supuesto, sin rebasar los límites de su municipio).
Se trataría, en fin, de recurrir a las mejores subdivisiones de personas y franjas horarias. Aunque me temo que, ni la numerología de Platón, ni la topología geoespacial, ni los tratamientos estadísticos a partir de los datos del censo más exhaustivos, ni siquiera la psicología social, podrían dar a la Administración una respuesta cuantitativa. Lo que sí comprobé empíricamente es que, ayer, las calles de mi Durango estaban tan concurridas como cualquier otro sábado; de los normales, claro, no de los nuevos normales.
¡Ah, el cincuenta es el menor número natural suma de dos cuadrados de dos formas distintas!: cinco al cuadrado más cinco al cuadrado, o siete al cuadrado más uno al cuadrado.

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