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3 enero 2021 (1): Nueva década

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 3 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

En este apagado cambio de calendario no han faltado los mejores deseos para el ejercicio que se abre. Sin embargo, no parece que la mayoría de los prescriptores de las masas hayan puesto demasiado énfasis en el hecho de que, además de dejar atrás el malhadado 2020, hemos iniciado una nueva década, la tercera de este siglo XXI.

Para alguien que nació a mediados de la anterior centuria no deja de ser reconfortante ser testigo del tercer decenio de la siguiente; más aún, ya cuento con los datos suficientes como para esbozar un reflexión sobre los derroteros por los que se está deslizando esta nuestra sociedad.

Cualquier valoración al respecto exige de cierta comparativa; así que habrá que confrontar eso que vieron las dos primeras décadas del siglo XX con lo que hemos vivido en los últimos veinte años. Aquellos fueron convulsos y los recientes anodinos. Quiero decir que, a principios del XX, desaparecieron los viejos imperios que habían dominado el centro y el este de Europa por siglos, hubo una guerra global, la primera, y se desencadenó una revolución de nuevo cuño que marcó el paso del mundo durante casi nueve décadas. Nada de eso ha sucedido en los cuatro últimos lustros: quienes pilotaban el mundo lo siguen haciendo, persisten los mismos focos de pobreza y los conflictos permanecen enquistados (ni uno solo de los más lacerantes ha logrado siquiera encauzar una solución plausible). Si acaso, ha temblado la globalización, puesta en cuestión hasta por la gran potencia norteamericana, que durante tanto tiempo se benefició del multilateralismo y ahora ve en los mercados abiertos la amenaza de su paulatina decadencia.

Si plano es el encefalograma de nuestros tiempos políticos, tampoco sale muy bien parado el balance del progreso científico alcanzado. Volviendo a las comparaciones, aunque sean odiosas, durante los primeros compases del siglo XX vieron la luz las teorías de la relatividad general y la mecánica cuántica que, todavía hoy, siguen siendo los pilares bien fundados de todo el desarrollo tecnológico. Por el contrario, la centuria en curso arroja el decodificado del genoma humano... y poco más. No hay "teoría del todo" en Física, no nos ha invadido ninguna novedosa generación de materiales con inusitadas propiedades, no disponemos de una fuente de energía limpia e inagotable y la manipulación de la secuencia genética está manifestándose más difícil de lo que algunos creían. En resumidas cuentas, que la única revolución de la que han sido testigos los millennials es la protagonizada por la microelectrónica, gracias a la insólita plasticidad de sus componentes para ser miniaturizados. Con ella ha llegado la digitalización y el control omnímodo de nuestros datos que, como el dios Jano, ofrece dos rostros: el del servicio a la ciudadanía y el de la amenaza de una nueva forma de tiranía.

Como me he metido en el cenagal de opinar sobre el pasado, tampoco me detengo ante el terreno, aún más movedizo, de efectuar predicciones para los tiempos futuros. En política y socioeconomía estamos asistiendo a la gradual decadencia del imperio estadounidense. Es bastante probable que, antes de que concluya la presente decena de años, haya dejado de ser la potencia hegemónica, cediendo ese papel a China. El nuevo gigante es, para nosotros los occidentales, menos descifrable que el americano y, aunque no parece tan belicista, inquieta el tenaz y amoral avance de su dominio económico. Por cierto, que la sucesión de superpotencias venidas a menos va dejando por ahí los que podrían denominarse "imperios zombies", o sea, aquellos que, pese a perder gran parte de su influencia, mantienen una preocupante capacidad bélica, armas de destrucción masiva incluidas. Ese podría ser el destino del amigo yankee, como lo ha sido ya para el Reino Unido y Rusia.

En cuanto a la ciencia y la tecnología, qué queréis que os diga, pertenezco al tal vez minoritario colectivo de pesimistas que piensan que nos hallamos cerca de los límites impuestos por las leyes de la naturaleza. No espero grandes cosas; tal vez en un par de décadas sea una realidad la fusión por confinamiento magnético; esa sí que sería una fuente de energía prácticamente inagotable, y sin emisiones.

De momento, que tengáis buen 2021. A ver si la vacunación surte su efecto (lamentablemente, observo el proceso excesivamente premioso; me temo que, o no cuentan aún con la producción que aseguran disponer, o la logística de reparto está dejando mucho que desear).

 
 
 

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