29 agosto 2021 (2): Vuelve el síndrome postvacacional

Este fin de semana, y durante los próximos dos días, se acaban las vacaciones de una gran parte de la masa asalariada de este país. Sí, aunque se afirme, como ya se hacía hace veinte años, que el agosto festivo ha pasado a mejor vida y que ahora la gente reparte su asueto a lo largo del año. Igual que en muchos otros aspectos de la vida, la realidad es tozuda, los hijos en edad escolar siguen condicionando el tiempo libre de los adultos y estos, a su vez, se ven atrapados por los calendarios laborales de sus parejas; así que lo más fácil es coincidir con la mayoría, marcharse cuando a uno menos lo echan en falta y así contribuir a la reacción en cadena que vacía oficinas, fábricas y ciudades.

Pero claro, todo tiene su término, y ahora el grueso de ese ejército de currantes está de vuelta. Regresan los madrugones, las prisas, la rutina y las tareas inconclusas más enojosas. No es, por tanto, nada patológico que uno se sienta mal, que añore el ocio perdido y que maldiga su suerte de descendiente de Adán y Eva, condenado por su maldito pecado original a ganar el pan con el sudor de la frente. Porque, mis queridos amigos, eso de la realización, el compromiso, el barco de la empresa en el que todos navegamos, el placer del trabajo bien hecho... o son reclamos de los dueños para que nos descornemos en el esfuerzo, o manidas consignas que se repiten como mantras para aplacar la amargura y la ansiedad que nos causa el enfrentarnos a los problemas laborales cotidianos.

Con todo, tal vez el retorno al duro banco del trabajo sea ahora más traumático de lo que fuera en otros tiempos, porque a la consustancial dureza de las tareas por las que nos pagan, se unen unas condiciones laborales cada vez más penosas: precariedad, bajos salarios, largas jornadas sin retribución extraordinaria, ambiente competitivo, la soledad del trabajo telemático... ¡y... ah, se me olvidaba!: la complejidad creciente del desempeño, porque ahora cualquier trabajador se enfrenta a su permanente renovación en un contexto de cambio vertiginoso de los conocimientos, los métodos, los modos organizativos y los recursos tecnológicos. Cambio que muchas veces no encuentra justificación en el hipotético aumento de la eficacia o la eficiencia, sino que obedece a modas o al insaciable deseo de control de los propietarios. Como ejemplo de lo que digo vale mi reciente experiencia con varios gremios que han estado involucrados en ciertas obras que he acometido en mi casa. Algunos de esos empleados me han confesado que su actividad se sigue mediante GPS y, para cada tipo de tarea, tienen un tiempo máximo de ejecución; de modo que están permanentemente presionados por el reloj porque son conscientes de que "los otros" (y no son los fantasmas de la peli) saben todo acerca de sus habilidades y capacidad de trabajo.

Yo hace tiempo que no tengo que contar las horas que restan para cambiar esta maldita hoja del calendario estival, pero confieso que me veo influenciado por el ambiente, todavía festivo, pero con bisos de "entierro de la sardina" o quema de Marijaia, que se palpa en la calle. En poco tiempo, todo retornará a esa normalidad plana de vosotros, hormiguitas (yo he debido de metamorfosearme en cigarra), moviéndoos febrilmente en aparente caos, silenciosos, circunspectos, cada una portando el peso de su responsabilidad; ya queda menos para las siguientes vacaciones.