29 agosto 2021 (1): ¡Bilbao, Bilbao, ay cómo has cambiao!
- Javier Garcia

- 29 ago 2021
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Nací en Bilbao, aunque hace ya más de tres décadas que cambié de residencia y a Bilbao por Eibar y por Durango después. Llevo, pues, más de treinta años alternando esa inevitable distancia en lo cotidiano con la proximidad que proporcionan las visitas frecuentes. Contexto ideal para observar el pálpito de una ciudad: desde fuera, pero imbuido de su espíritu y habilitado por el curioseo ininterrumpido.
Lo cierto es que mi ciudad ya no es lo que era. Los barrios céntricos acusan un patente envejecimiento de sus residentes, lo que amenaza con una inminente gentrificación o, alternativamente, con un serio deterioro de los inmuebles, el avance de la pobreza y el incremento de la inseguridad. Los bilbaínos de hoy ya no son aquellos reconocidos "gentlemen", ni aquellas damas emperifolladas con elegancia. La gente joven, la más vulnerable a la alienación cultural, luce gorras con la visera sobre la nuca y pantalones de tiro bajo. Predomina esa ropa fabricada en el extremo oriente a costa del "dumping" social; así que abundan las sucursales y franquicias de las multinacionales del textil económico, mientras que las tiendas de siempre, aquellas que ofrecían prendas de calidad y diversidad de marcas, están en claro proceso de extinción. La milla de oro y las otras arterias ciudadanas de larga tradición comercial se han visto invadidas por los mercaderes universales o, alternativamente, por bazares, peluquerías y manicuras; negocios con pocas barreras de entrada y escaso control fiscal.
Ya no recorren sus calles las cuadrillas de chiquiteros, así que no se canta en los bares, y la mayoría de los parroquianos han cambiado el rápido alterne por la sedentaria terraza. Han desaparecido los restaurantes especializados en cazuelas que, orgullosos, las mostraban en las barras; todo un golpe de gracia a los txipirones en su tinta, la merluza en salsa verde, las almejas a la marinera o los bacalaos pil-pil o vizcaína; y es que el "just in time" también ha llegado a la restauración, nadie arriesga, solo se cocina el exiguo plato que se sirve. Eso sí, la oferta gastronómica es mucho más cosmopolita: no faltan los restaurantes chinos, japoneses, indios, mexicanos, peruanos... y los eclécticos en todas sus modalidades, siempre con ese toque chic que tanto encandila ahora. Todo más acorde con una ciudad que recibe hospitalaria a un turismo internacional creciente porque es más bella, más limpia y más respetuosa con el medio ambiente que antaño. Los bilbaínos, y los forasteros que nos visitan, podemos disfrutar del salobre entorno marinero de la ría, y pasear por sus bien urbanizadas riveras, descubriendo vistas y enclaves antes cegados, y hasta vedados, por las instalaciones portuarias y los astilleros.
En fin, que mi Bilbao se ha hecho mayor, abandonado el quehacer industrial y rendido al nihilismo propio del ocio o el retiro. Así que ha ganado en habitabilidad y atractivo turístico y perdido empleo y algunas de sus esencias más emblemáticas; vamos, como casi todas las ciudades del mundo, ahora inmersas y desdibujadas en el piélago de la globalización.

Después de 30 años en Madrid, en las infrecuentes visitas a la villa nos hemos comportado como turistas, emocionados desde el primer momento y sin reticencias con el Guggenheim, la Alhóndiga, San Mamés, la Rivera, Isozaki, Iberdrola, etc. Asombrados con lo que iba cambiando para bien Bilbao.