28 noviembre 2021 (1): No estaba muerto, estaba de parranda
- Javier Garcia

- 28 nov 2021
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Hace solo ocho días que se "celebraba" el cuadragésimo sexto aniversario de la muerte del tirano que instauró y lideró el régimen totalitario que gobernó España durante casi cuatro décadas. Los hechos son que, en el verano de 1936, protagonizó un intento de golpe de estado contra la legalidad democrática y que, fallida la asonada, sumió al país en tres terribles años de guerra durante la que fallecieron, según estimaciones varias, entre cerca de 400.000 personas en el mejor de los casos, y alrededor de los tres cuartos del millón en el peor. Pero eso no fue todo, después de concluido el conflicto bélico, procedió a una inmisericorde represalia contra los vencidos de la que fueron víctimas unos 150.000 ciudadanos, entre los que un mínimo de 50.000 fueron ejecutados. La postguerra duró hasta 1953 (año en el que se recuperó el PIB de 1936) y, todavía en 1975, a pocas fechas de su muerte natural, firmó las últimas ejecuciones llevadas a cabo en España.
Con ese currículum antidemocrático y sanguinario no hay historiador serio que dude de que el pequeño generalísimo sea merecedor de figurar junto a otras infaustas "personalidades" de la historia europea del siglo XX; léase Hitler, Mussolini u Oliveira Salazar. Por lo tanto, no había nada ni nadie digno del recuerdo este pasado 20 de noviembre y, menos, de ser homenajeado; pero parece que la momia del dictador está bien viva, y que todavía pueblan este país muchos nostálgicos de la noche represiva. Menudearon las misas en sufragio por su alma (¡ay, la Iglesia Católica!) Entre ellas hubo una, la celebrada en Granada, que ha saltado a la palestra informativa porque, ¡oh, sorpresa!, a la misma acudió el presidente del principal partido de la oposición.
El bizarro hombrecillo afirma que su concurrencia a esta, y no a otra eucaristía, fue producto de la casualidad, que pasaba por allí cuando su apretada agenda le ofrecía una horita libre de compromisos para poder cumplir con el sagrado deber dominical de todo buen católico. Con independencia de que su torpe cinismo ofende a la inteligencia, lo preocupante es que, como los políticos no dan puntada sin hilo electoralista, hay que suponer que su decisión de homenajear al caudillo de la perfidia se adoptó con el propósito de arrancar a la extrema derecha unas cuantas adhesiones.
Y digo que es preocupante porque quien aspira a gobernar ve electoralmente más rentable empatizar con los fascistas de nuevo cuño y añejas añoranzas que acercase al centro, donde todo el mundo dice que se ganan las elecciones. Esta anécdota de casullas e incienso pone de manifiesto, con la contundencia propia de la evidencia experimental, que la derecha española sigue donde estaba y donde ha estado desde la restauración borbónica de finales del XIX: del lado de la reacción y junto a las mentes más obtusas del conservadurismo autoritario y clerical. Con todo, lo peor es que tenga razón, que la mejor forma de que su organización mejore sus expectativas electorales sea haciéndoles arrumacos a los más energúmenos radicales; sería prueba evidente de que estas hordas de enemigos de la democracia no las integran una minoría de descerebrados, sino que representan la vanguardia, desvergonzada y violenta, de un numerosísimo colectivo social anhelante del retorno del autoritarismo y la confesionalidad. No sería una gran sorpresa, en Europa ya hay varios países miembros de la Unión gobernados por esta clase de iluminados intolerantes. Sus obras ya las conocéis: incumplimiento de los compromisos comunitarios, recorte de las libertades, ultraliberalismo económico, racismo, xenofobia y laminación de la separación de poderes.
Por cierto que, poniendo una vela a dios y otra al diablo, e incapaz de mirar a los ojos de la opinión pública continental, ese partido del que usted me habla ha asegurado ante el Parlamento Europeo que “su presidente no participó en una misa en honor a Franco”.

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