28 mayo 2023 (2): Son mis intereses, idiotas
- Javier Garcia

- 28 may 2023
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Andaba yo estos días reflexionando en torno al proceso electoral que hoy culmina, y no precisamente para decidir el signo de mi voto sino para entender las motivaciones que mueven a la ciudadanía para decantarse por una u otra opción política, cuando supe de una investigación periodística llevada a cabo por el digital “La Marea” que revelaba que, Ana Rosa Quintana, la voz de la derecha más agria, gestiona cuarenta y cuatro pisos turísticos, ubicados en Madrid y Sevilla, por mediación de siete sociedades en las que, al parecer, ella es una muy significada accionista, si no la propietaria única.
Casualmente, esta reina de las mañanas televisivas (y a partir de ahora de la tarde también), que lo es no por su elocuencia o profesionalidad, sino porque le han otorgado el altavoz más grande al tiempo que silencian a cualquier discrepante, llevaba un tiempo arremetiendo ferozmente contra el proyecto de ley de Vivienda que pretende acabar con el desmadre del alquiler rampante y la gentrificación de los centros urbanos. ¡Ah, o sea que era eso!, que la ínclita adalid de la desregulación estaba en realidad ocupándose de su boyante negocio mientras nos espetaba a lo Bill Clinton, pero tácitamente, aquello de “son mis intereses, idiotas” que el presidente de la felación le soltó a George Bush durante la campaña electoral de 1993, entonces en su versión original: “es la economía, imbécil”.
No me sorprende su campaña partidista y, si no fuera por el maniqueo empleo del medio que le abre tantos hogares a sus patrañas, hasta respeto su elevada conciencia de clase. Ella, como la inmensa mayoría de los privilegiados pertenecientes a las élites económicas, tiene muy clara su opción política. Desgraciadamente, no se puede decir lo mismo de quienes no pueden acceder a una vivienda digna, debido a los elevadísimos precios de los arrendamientos, o de aquellos otros que el turismo desaforado los está expulsando de los cascos antiguos, sin la menor contemplación para los ancianos desasistidos o los discapacitados. Y digo esto porque cada elección proporciona la evidencia más abrumadora de que muchos, muchísimos, de esos cuyos derechos pisotean los grandes propietarios inmobiliarios votan con ellos (al parecer están de acuerdo en que se les siga expoliando hasta su último céntimo de euro) y también junto a los que multiplican sus beneficios a costa del alza de precio desmesurada de los productos y servicios de primera necesidad.
Disculpad, pero yo, al contrario de ese colectivo alienado, también soy tan beligerante como Ana Rosa en la defensa de mis intereses y, desde luego, no voy a otorgar mi confianza política a quienes dificultan los proyectos de vida de mis hijos y, mucho menos, a quienes sean mínimamente sospechosos de tener en su agenda de propósitos inconfesables devaluar mi pensión o desmantelar la atención sanitaria pública y universal que con la edad avanzada tanto necesito, hayan o no merecido mi voto en comicios anteriores.
Termino con una famosa anécdota que pone de manifiesto las certezas que guían a las élites y que, al parecer, tan ausentes están del pensamiento de la mayoría social. La protagonizó Warren Buffet, siempre muy alto en la lista de los más acaudalados del planeta, cuando inquirido sobre la existencia de la lucha de clases, contestó: “hay una guerra de clases y la estamos ganando los ricos”.

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