28 marzo (2): Ser o estar
- Javier Garcia

- 28 mar 2021
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Me suscita esta reflexión la conocida dificultad que los angloparlantes tienen a la hora de discernir y emplear adecuadamente los verbos “ser” y “estar” cuando se expresan en castellano. Aunque, al contrario de los anglosajones, nos desempeñamos bastante satisfactoriamente ante este dilema lingüístico, tengo la impresión de que muy pocas veces, si es que en alguna ocasión, reparamos en la profunda discrepancia semántica que distingue estos dos verbos copulativos.
"Ser" tiene que ver, en primerísimo término, con existir, con emerger de las sombras de la nada para constituir un ente tangible y diferenciado del resto de la realidad. Para eso basta el sujeto y el verbo, mondos y lirondos, sin más aditamentos. Aquí me viene a la cabeza uno de los paradigmas más célebres de este uso cuando, según el libro del Éxodo, Yahvé, a la pregunta de Moisés sobre su naturaleza, le responde: "Yo soy el que soy" (para los creyentes la oración también expresa la cualidad no contingente de la divinidad). Pero "ser" tiene un empleo mucho más extendido que el puramente existencial, que es el de otorgar al ente una condición, un atributo, permanente, consustancial a su naturaleza y, por tanto, invariable en el tiempo. Así, los humanos podemos ser altos o bajos, flacos o gordos, guapos o poco agraciados, inteligentes o lerdos...
"Estar", por el contrario, hace referencia a una circunstancia temporal que, tras pasado un cierto lapso, puede variar sensiblemente o, incluso, adquirir tintes opuestos. Mayormente, sirve para determinar las coordenadas espaciales en las que se ubica el ser en un instante dado o, alternativamente, el estado en el que se encuentra: estamos en casa, pero igualmente podemos estar enfermos, felices, vestidos, bien posicionados... También es gramaticalmente correcto estar guapos o feos, pero nótese que, cuando con estos adjetivos se recurre al verbo "estar", se entiende que la belleza o la fealdad no son cualidades permanentes, sino las consecuencias pasajeras de adoptar un gesto o de haberse acicalado de una determinada manera.
Como no podía ser de otra forma, esta sociedad tan esclava de la inmediatez y tan víctima de la caducidad, hace un uso profuso y preferente del verbo "estar" y elude e infravalora el "ser". Importa estar en una empresa de campanillas y no desempleado, en forma y no afectado por el síndrome metabólico, en el candelero y no olvidado, en activo y no jubilado... Y es preferible, y se aprecia mucho más, estar de vuelta que ser prudente, estar ocupando un alto puesto de dirección que ser una persona culta y capacitada, disfrutar de altas cotas de bienestar que ser bienintencionado...
Como curiosidad final, reparo en que se dice "es rico". Sabia es la lengua cuando se hace eco de que el ascensor social está averiado y uno nace, vive y muere con el privilegio, o el estigma, de clase.

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