28 febrero 2021 (2): Ya soy mayor
- Javier Garcia

- 28 feb 2021
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En la semana que hoy concluye he cumplido los sesenta y cinco años. Hasta hace bien poco, la fecha legal de jubilación para la mayoría de los trabajadores e instante en que, oficialmente, se engrosaba la cada vez más numerosa legión de ancianos.
Claro que ahora se niega la evidencia, se califica de "joven" a cualquiera que no sea nonagenario y, de paso, te endilgan un par de años más de vida laboral. Los argumentos ya los conocemos: que si hay constancia estadística de que la esperanza de vida crece sin cesar, que los avances en la medicina están posibilitando largas supervivencias frente a enfermedades hasta hace poco tiempo mortales de necesidad... Hasta hay optimistas irreductibles que creen inminente un salto cualitativo en la longevidad debido al descubrimiento de alguna molécula milagrosa, a que se podrá estimular el alargamiento de los telómeros o vete tú a saber por qué manipulación de la epigenética.
Sin dejar de ser todo eso posible, lo creo harto improbable porque, veréis, las células de nuestro organismo, dependiendo del tejido al que pertenecen, se reproducen a un ritmo determinado, casi idéntico para todos los individuos de nuestra especie. Eso significa que, a una edad dada, todos los humanos coetáneos están constituidos por una población celular que ha experimentado el mismo número de mitosis. Como cada ciclo reproductivo eucariota acumula una cierta cantidad de errores, muy poco variable estadísticamente por la enorme población de las células involucradas, el deterioro funcional, paralelo al molecular, ha de ser muy similar entre personas de la misma edad. Así que me parecen quiméricas vidas más prolongadas que las de los más longevos de nuestros centenarios, y eso sin tener en cuenta otras variables que influyen en la esperanza de vida, en la actualidad de evolución muy negativa, como son el estrés, la mala alimentación, la obesidad...
Así que, mis queridos amigos, tenemos la edad que marca el calendario y, os lo aseguro, sesenta y cinco es ya una cantidad estimable de primaveras. No estamos para trabajar, y quien llegado a esta edad afirma que no desea jubilarse, es que detenta un privilegiado puesto de trabajo, poco exigente, física e intelectualmente, o sigue al pie del cañón por codicia, apego al poder o pura necesidad económica.
Eso sí, continuamos teniendo por delante una vida posiblemente aún dilatada y, seguro, excitante; podemos ser, y de hecho somos, esenciales para la cohesión social y el desempeño de roles imposibles si se está atado por una actividad laboral a jornada completa y, sobre todo, capaces de dar tanto amor como los que más.
Me siento feliz, he llegado hasta aquí en condiciones razonablemente buenas, aún me bullen en la cabeza proyectos y objetivos largamente acariciados y me siento útil. Fijaos que no he dicho "necesario", a estas alturas de la existencia una indeseable condición, sino simplemente valioso, apreciado por los que me quieren y perfectamente prescindible en mi viejo oficio porque, otros más jóvenes y mejor preparados, ocupan mi lugar con provecho para ellos y para la sociedad.

Espero, de verdad, que vivas muchos años y lo más importante que disfrutes de ellos con Amparo, Cris, Xavier, Inma y todos los que te queremos