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28 agosto 2022 (2): Aste Nagusia ala aste beltza?

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 28 ago 2022
  • 3 Min. de lectura

¿Semana grande o semana negra? Me formulo esta pregunta porque, mientras los bilbaínos gozamos de nuestra fiesta tras tres años de privación, las cosas se han puesto más feas si cabe en esta Europa doliente.

En el curso de estos últimos siete días hemos asistido a la desconexión de una central nuclear, con el consiguiente riesgo de accidente catastrófico por la ausencia de la debida refrigeración, un país perteneciente a la Unión Europea, y supuestamente democrático, ha proscrito el empleo de un idioma que es lengua madre de una mayoría abrumadora de sus ciudadanos, la escalada de las ejecuciones extrajudiciales ha alcanzado a civiles y el gas que no se vende a Europa arde en pompa por encima del Círculo Polar Ártico, agravando el ya imparable efecto invernadero.

Y lo peor de todas esas horribles tragedias es que no han merecido más reacción que el compromiso unánime de todos los gobiernos por implicarse en una larga contienda bélica, sin ofrecer el menor espacio a la diplomacia, mientras la "prensa libre" hace mutis por el foro o señala un único culpable que, de tan apaleado, se me empieza a semejar al Anticristo; y eso es muy preocupante, porque la estantigua en cuestión solo aparece al final de los tiempos, desencadenando el apocalipsis.

Por supuesto que nuestros dirigentes, quienes fueren, porque ya no sé cuáles son, nos venden mediante personajillos interpuestos que todas estas desdichas son tan inevitables como las maldiciones bíblicas o, volviendo a lo escatológico, las plagas del fin del mundo. Así que se nos asegura que no queda otra que soportar estoicamente el empobrecimiento derivado de la inflación, la escasez de combustibles y materias primas y la recesión que no cesa desde que se justificó con las dichosas subprime.

Las últimas espuelas, digo los espolones, nos los ha clavado el gallo alfa gabacho que, ni corto ni perezoso, ha proclamado el fin de la abundancia. Creo que semejante declaración lleva el cinismo y el sarcasmo a cotas inimaginables en alguien con tan alta responsabilidad pública. De sus declaraciones se desprende, obviamente, que hasta la fecha disfrutábamos de una plétora económica sin igual. Debo estar entonces confundido, porque llevo mucho tiempo leyendo que, dependiendo del estado que se trate, entre el 15 y el 25 % de los europeos no superan, ni superaban, el umbral de la pobreza definido en cada uno de los países. También he debido de leer mal eso de los millones de desempleados, los millones de jubilados que no tienen donde caerse muertos, la generación perdida de jóvenes altamente capacitados que no encuentran espacio laboral, el desmantelamiento de los servicios sociales o los miles de barrios marginales de las grandes urbes europeas donde, a falta de un estado que se haga responsable de su miseria, se autogestionan traficando con estupefacientes y, por carecer de viviendas dignas, ocupando cochambrosos edificios amenazantes de inminente ruina.

Os confieso que esta concatenación sin fin de supuestos inevitables infortunios me empieza a sonar a un cruel experimento social que pretende que bebamos la amarga medicina del colapso del sistema a cucharaditas, a ritmo tolerable para nuestras amplias tragaderas. Pero todo tiene un límite, la cuerda se puede tensar mucho, pero hay un punto a partir del cual no puede soportar la fuerza exigida y se rompe. Y, ¡ojo!, que sepan los que juegan a esta peligrosa sokatira que, como bien dijo Maquiavelo, eminente europeo, por cierto, "los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio".

 
 
 

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