27 junio 2021 (2): La invasión de los mutantes medrosos
- Javier Garcia

- 27 jun 2021
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Desde ayer ha quedado suprimida la obligatoriedad de llevar mascarilla en los espacios abiertos. Después de casi un año torturados por esa opresiva prenda, esta debiera ser una gran ocasión festiva; máxime cuando la decisión viene fundada en el retroceso de los indicadores pandémicos y el avance de la vacunación, y ha sido adoptada mayoritariamente por los países integrantes de la Unión Europea. Pese a estas incontestables evidencias, abundan las voces discrepantes: los catastrofistas medios de comunicación, los “expertos” agoreros que, ausente el embozo protector, pronostican un fuerte aumento de los casos y las defunciones, los aguafiestas políticos, detentadores de carguitos relacionados con la gestión de la emergencia sanitaria, que insisten en la conveniencia de la obligatoriedad de la prenda y los ciudadanos medrosos que, atemorizados por sus semejantes, se resisten al streaptease de los rostros.
Efectivamente, para el periodismo amarillo imperante la pandemia ha constituido un verdadero filón de ventas, dada la natural preocupación de la ciudadanía por una emergencia sanitaria sin parangón en un siglo y que tanto ha afectado al discurrir de su existencia. La retirada de la mascarilla en los espacios abiertos representa, mucho más que la eliminación de cualquier otra restricción, la vuelta a una verdadera normalidad, de modo que lectores, oyentes, televidentes e internautas van a poner el foco de sus preocupaciones en otros asuntos que les incumben: el empleo, la situación económica... más ásperos de tratar noticiosamente porque son temas sobre los que el buenismo bobalicón no tiene nada que decir.
Respecto de los “expertos” sanitarios poco se puede añadir al hecho de que estas desgraciadas circunstancias los han encumbrado al estrellato, y que las admoniciones y predicciones pesimistas conllevan menos riesgos de que se los señale que vaticinar el triunfo sobre el coronavirus, aún rodeado de incertidumbre.
En cuanto a los politicastros de toda ralea y nivel jerárquico, la pandemia ha constituido su gran oportunidad para saciar su sed de poder sobre los administrados y disputar los espacios de decisión y las competencias a sus contendientes territoriales.
Con todo, y más pronto que tarde, se disolverá el entramado de intereses creados que, hasta ahora, ha cohesionado a todos estos colectivos de protagonismo inevitablemente declinante. Lo que debe preocupar ahora es el mucho más numeroso pueblo llano, destinatario de las decisiones y mensajes adoptados, y objeto pasivo sobre el que tan inclementemente se ha actuado y sobreactuado. Han sembrado vientos, y recogerán tempestades; exagerar los riesgos para asegurarse del sometimiento a la normativa dictada ha llevado a la sociedad europea occidental a un estado de postración, anímico e intelectual, que traerá la pandemia de las enfermedades mentales, la carcoma de la sumisión acrítica y, sobre todo, el apocalipsis de la misantropía exacerbada. Desorientados, los zombies, resultado de la mutación estimulada, seguirán recorriendo nuestras calles todavía enfundados en la maldita prenda y, sobre ella, brillarán la hostilidad, el recelo y el pánico de sus extraviadas miradas.

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