27 febrero 2022 (1): La confianza de los “inversobres”

La semana pasada hablaba de la crisis desencadenada en el PP por las sospechas de corrupción familiar, en el seno del gobierno madrileño, que la dirección nacional había sembrado con su interpelación sobre determinadas operaciones de compraventa de material sanitario, con el hermano de la presidenta de la comunidad como agente comercial intermediario.

En aquella ocasión hacía votos porque el revolcón interno tuviera un desenlace positivo para la democracia española y se instaurara otro código de conducta y sí, también otro talante, en los bancos de la derecha. Pues de eso nada, lo que han hecho es matar a los mensajeros, defenestrando al campeón mundial de lanzamiento de huesos de aceituna y poniendo fecha de caducidad anticipada al liderazgo del hirsuto hombrecillo que hacía chanzas en torno a "la guerra de los abuelos".

Todo lo que ha rodeado a este episodio de rocambolesco desarrollo abochorna. La práctica totalidad de quienes hasta hace unos pocos días halagaban con exagerados ditirambos la tarea de su líder, lo señala ahora como el traidor, el agitador de la algarada, y exige su dimisión irrevocable. ¡Qué poco valen las adhesiones inquebrantables de quienes solo ven el servicio público como espacio para el medre personal! Todos esos paniaguados trazan su carrera partidaria bajo los mismos esquemas que los apostadores de las carreras, tratando siempre de estar con el caballo ganador.

Con todo, lo más grave no es el "magnicidio" político perpetrado, sino el alineamiento con quien está cercada por consistentes indicios de haber incurrido en graves irregularidades. Más ahora, cuando la propia Comunidad de Madrid ha reconocido que el hermano de la presidenta cobró la cifra íntegra que los defenestrados consideraron una comisión posiblemente ilegal (no la que admitió la señora Díaz Ayuso, de solo 55.850 €) y habiendo confirmado otras fuentes fiables el hecho de que las mascarillas adquiridas no satisfacían los requisitos de calidad exigidos por la licitación, se supone que pública.

Pero la degradación moral no para ahí. La militancia de base, lejos de reclamar transparencia al gobierno madrileño e intolerancia para con la corrupción, se manifestó masivamente ante la sede nacional del PP para apoyar a la sospechosa y denostar a quienes, con propósitos bienintencionados o aviesos (a los efectos de desenmascarar conductas intolerables la denuncia siempre es válida), habían aireado el caso. No conozco, por otro lado, que ni en Madrid ni en ningún otro lugar de la geografía española haya habido el más modesto posicionamiento de las bases populares que demande el esclarecimiento de los hechos y solicite la depuración de responsabilidades, si las hubiere. Es duro enfrentarse a la realidad, pero no es un disparate concluir que a la mayoría de los poseedores del carnet de miembros del PP le importa muy poco que se emplee el poder como medio para el enriquecimiento personal clandestino.

En fin, que ahora parece que les va a resolver todos los problemas ese gallego críptico al que todo el mundo da cremita y pone por las nubes. Total, que el desenlace de este triste affaire se ha producido según predijo M. Rajoy (camino de encumbrarse tan profeta como los Simpson) cuando, traicionándole el subconsciente, habló de preservar la confianza de los "inversobres".