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27 agosto 2023 (1): Lo carnal es para el verano

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 27 ago 2023
  • 5 Min. de lectura

En medio de la insoportable canícula, la bioquímica, desbocada por las altas temperaturas, toma el mando de nuestro ser y el libre albedrío muestra patentemente que es un barbitúrico falaz con el que nos automedicamos, y aun abusamos de su posología, para soportar la inanidad de esta vida. Si no, no se puede entender que las dos noticias que ocupan las cabeceras de cualquier informativo, editadas por los retenes de reporteros de guardia, sean el cruel asesinato perpetrado por un niño bien y el beso robado a una futbolista en el curso de la celebración por el campeonato mundial conseguido.

El caso del descuartizador, que decidió interrumpir su "endless summer" (ya son ganas) para practicar sus habilidades de chef en el cuerpo de su amante, ha desplazado a una legión de becarios periodistas al paraíso tropical tailandés y convertido al autor de la atrocidad y a los gerifaltes de la policía local en estrellas mediáticas deslumbrantes. Lo sorprendente del hiperbólico tratamiento informativo adoptado es que la víctima, torturada hasta la muerte, y su infortunada familia no son más que figurantes o, peor aún, "dummies" sobre los que se prueban, con asepsia forense, todo género de herramientas cortantes al tiempo que se proporcionan dolientes detalles acerca de la carnicería. O sea, que prima lo morboso, que es lo que vende y, faltaría más, la preocupación por la suerte del pobrecito Freddy Krueger redivivo y de su respetabilísima familia, destrozada, mire usted. Después de todo, la víctima era homosexual, su DNA incorporaba más genes indios y negros de lo recomendable, vete a saber de qué inconfesable modo engordaba su abultada cuenta y, seguramente, sometía al pobre chacinero a horribles rituales sodomitas. En cuanto a la policía tailandesa, su justicia y sus cárceles, qué vamos a contar que cualquiera no sepa: la primera es del todo incompetente (no se puede esperar otra cosa de unos "chinos" que, además, son algo oscuritos), la segunda corrupta y las terceras estercoleros donde el preso carece de los más elementales derechos, reducido a la condición de desecho humano. De modo que el Gobierno de la nación, las ONGs que se precien y el dinerito de los papás han de acudir raudos a socorrer al victimario (presunto, no vaya a ser que me empaqueten).

Paso sin solución de continuidad al vodevil, protagonizado por el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (probablemente el cargo pseudo público de mayor peso del país), cuando, en pleno desmadre festivo por la consecución del campeonato mundial femenino, no se le ocurrió otra cosa que estampar un besazo en la boca de una de las heroínas (quiero creer que dio un descanso a su afilada lengua). Es evidente que a nuestro ilustrísimo tonsurado le jugó una mala pasada el subidón hormonal estival (y ello pese a hallarse en Australia y ser allí invierno), y creyó que todo el monte era orégano para un señor de su elevada alcurnia.

De más está decir que el interfecto cometió un crimen de lesa humanidad, y así se manifestaron medios y políticos. Se habló de la posibilidad de que el maldito incurriera en un delito y llovieron las presiones para que alguien, por la vía civil o militar y sin que importara mucho si investido por la competencia pertinente, descabalgara al descerebrado de su inmerecida poltrona. El tío se resiste con testarudez digna de mejor causa, pero está sentenciado; la plebe, jaleada por la jauría mediática, los arribistas, que en cuanto huelen sangre traicionan a la mano que les dio de comer, y hasta el propio emperador insisten en su defenestración con el pulgar apuntando hacia abajo. Así que a este machote se le van a encoger las gónadas cuando el cese y, muy probablemente, el juicio, lo pongan en su sitio. Sacrificado el verraco en el ara de la corrección, el público abandonará este anfiteatro para poblar el de siempre, ese donde se dirimen La Liga y la Champions League.

¿Se trató de una agresión sexual? Jurisconsultos habrá que puedan emitir un veredicto fundado en las leyes vigentes; pero tengo claro que si, como todos los indicios apuntan, no existía relación previa, más allá de los ocasionales y colectivos encuentros habituales entre un directivo y su futbolista, el rubio de apellido, en la práctica de color de pelo ignoto por obvias razones, violentó el espacio de intimidad de la deportista. En román paladino, creo que efectivamente estamos ante una agresión de carácter leve.

Para evitar este y otros sonrojantes comportamientos de parecida naturaleza, no hay mejor fórmula que desterrar de una vez por todas ese hábito besucón que se lleva por esta tierra nuestra y sustituirlo por el apretón de manos, realizado con moderada fuerza y sin que lo acompañen las odiosas palmadas en la chepa. Confieso que a mí siempre me incomodó esa espeluznante costumbre de intimar sin venir a cuento, sobre todo cuando, en el ejercicio de mis quehaceres profesionales, había de saludar a una señora y esta me acercaba solícita su rostro. Así que solía despachar el embarazoso protocolo estampando dos rapidísimos ósculos al aire, sin que mis labios llegaran a contactar con sus mejillas, no fuera a ocurrir que considerara que me estaba extralimitando o, peor, que por un exceso de vehemencia me llevara un buen pegotón de untuoso potingue adherido al morro. Mejor distante y hosco que baboso.

Y ya que estamos con esto del balompié femenino, confieso que no me gusta, que me aburre. Igual es que estoy infectado por el prejuicio machista, pero es más probable que mi escasa pasión por este espectáculo se deba a causas objetivas. Me explico: en el fútbol, lo mismo que en otros deportes de equipo, se ha optado (supongo que por razones prácticas y económicas) por canchas de tamaños y características universales, con independencia de que los jugadores sean hombres o mujeres. Teniendo en cuenta que el tamaño y la fuerza de las practicantes son manifiestamente menores que los de sus correspondientes masculinos, no es de sorprender que en el fútbol casi cualquier balón que vaya entre los tres palos sea gol (invito a quien disponga de los datos, y tenga el suficiente interés para hacer el esfuerzo, a que compare estadísticas) y que en el baloncesto entre féminas los mates, que hacen alcanzar a este espectáculo su clímax, sean una rareza. Que aprendan del atletismo, donde la altura de vallas y obstáculos se adapta por sexos (que siguen ahí, por mucho que uno opte libremente por su género), pesos, discos, jabalinas y martillos poseen masas diferentes, dependiendo de la categoría, y las combinadas las componen diez pruebas en el caso de los hombres y siete para las mujeres. De este modo, la competición femenina para nada desmerece de la masculina; y así lo entiende el público, que acude a ver el más antiguo y verdadero rey de los deportes sin siquiera plantearse la condición biológica de los competidores.



 
 
 

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