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26 septiembre 2021 (2): Nos filtran

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 26 sept 2021
  • 2 Min. de lectura

Nuestra consejera de Salud ha ratificado esta semana la vigencia de esa sentencia que dice que "no hay nada más permanente que lo que se instaura con propósito de provisionalidad". Y es que, durante una rueda de prensa, ha confirmado lo que los usuarios del servicio público proporcionado por Osakidetza nos temíamos: que las primeras citas con nuestros médicos de familia seguirán siendo exclusivamente telefónicas, sine die para el retorno a las consultas presenciales.

Arguye la más alta responsable sanitaria que la fórmula ha resultado una herramienta efectiva para mejor gestionar la creciente demanda asistencial en el País Vasco, y la justifica como una suerte de filtro que permite solventar los casos más triviales por la vía rápida, a la par que libera tiempo y recursos para la atención de los pacientes precisados de una actuación más urgente o víctimas de afecciones más severas.

Todo esto sonaría muy bien si no fuera porque la consulta telefónica no se adoptó en el contexto de la permanente mejora de la logística sanitaria, sino como respuesta a la saturación, y desbordamiento, del servicio a causa de la pandemia, a la par que contribuía al mayor distanciamiento social y, consiguientemente, al mejor control de los contagios. Por eso, y después de sus afirmaciones, cabría preguntarle a la señora consejera por qué esta medida tan sencilla de implementar y tan eficaz, si nos atenemos a sus explicaciones, no se puso en práctica mucho antes de que el coronavirus la exigiera.

La respuesta es tan obvia que casi no merece la pena explicitarla, porque lo único irrefutable de toda esta historia es que la atención telemática (a distancia, vamos) ahorra recursos. Perdone entonces la señora consejera que conjeturemos que ha decidido mantener vigente esta disposición, originalmente excepcional, porque la consulta telefónica demora, o minimiza, el aumento de la plantilla de sanitarios públicos que este país precisa imperiosamente, con o sin pandemias que afrontar.

Dejemos pues de vender crecepelos y admitamos lo evidente: la atención médica necesita del vis a vis, de la observación del aspecto general del enfermo, de los tocamientos y hasta del examen del estado psicológico del paciente revelado por su mirada, sus posturas, gestos y actitudes. La consulta telefónica transmite la desesperante sensación de desatención absoluta y es tan limitada en sus posibilidades, omite tanta información, que multiplica el riesgo de diagnósticos tardíos y trágicas equivocaciones. Créame, señora consejera, la clase de tamizado que pretende eternizar la realizaría, sin más errores y prescindiendo completamente de los facultativos, un algoritmo.

Concluyo, cuando se trata de recortar derechos o servicios, es exigible no negar la mayor, dejar el cinismo para otros templos de la retórica y explicar a la ciudadanía la inevitabilidad de las decisiones.

 
 
 

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