26 septiembre 2021 (1): La sangre tira
- Javier Garcia

- 26 sept 2021
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No había la gran potencia norteamericana sino recién abandonado Afganistán, cuando constituye una nueva alianza militar, en esta ocasión para enfrentarse a la amenaza china. Para sorpresa de la pasmada Europa que, como los cónyuges burlados, parece ser la última que se entera, el tratado está únicamente firmado por Reino Unido, Australia y los Estados Unidos (AUSKUS, se llama, con poca imaginación y peor marketing).
No sé si el enfado mostrado por las cancillerías europeas es genuino y lo han trasladado a AUSKUS en los mismos términos que a los medios o si, por el contrario, había que hacer algunos pucheros y soltar algunos tacos, no vaya a ser que los ciudadanos del viejo continente tengamos otra razón más para ratificarnos en la convicción de que nuestra Unión es tan endeble y tan insignificante que ya no es actora protagonista de ningún movimiento geoestratégico que se precie. La que creo que sí se ha enojado de verdad es Francia, que ha llamado a consultas a sus embajadores en Camberra y Washington, pero no por su sentimiento europeo herido, sino porque los taimados de los australianos tenían comprometido un jugoso pedido de submarinos a los astilleros militares galos por un estratosférico precio de nada menos que 65.000 millones de dólares y, sin mediar justificación ni aviso alguno, "a la francesa", vamos, lo han cancelado en favor de los Estados Unidos que, además, se los van a proporcionar de propulsión nuclear.
Amén del menosprecio a la vieja Europa, lo que este movimiento estrictamente anglosajón y la agresividad del gigante amarillo muestran es que los lazos de sangre continúan importando, que aún no hemos superado el racismo y los nacionalismos ni abandonado las ambiciones imperialistas que tensionaron nuestro mundo y alteraron radicalmente el mapa de las naciones durante buena parte de los siglos XIX y XX. Queda también clarísimo que China se propone hacer del Extremo Oriente su “patio trasero”, que el Reino Unido siempre ha sido un sumergible de la ahora metrópoli norteamericana para sus sumergidas operaciones en el continente europeo, que a Australia la han designado gendarme del imperio en el Extremo Oriente y que la acumulación de fuerzas militares es directamente proporcional a la concentración del valor económico.
Este drama, que parece sainete a tenor de la poco mano izquierda de los promotores del pacto y el papel de arlequines que nos han asignado, significa en realidad que sigue la escalada de la tensión en el Mar de la China Meridional, que continuarán las mutuas provocaciones y que existe un riesgo cierto de conflagración. Como confío muy poco en la sensatez humana y no recuerdo ningún imperio que cediera su hegemonía sin ruido de metales entrechocados, me temo que este par de brabucones globales, a la manera de lo que sucede entre los despiadados elefantes marinos cuando el viejo macho alfa y un joven retador se enfrentan por su harén, no cejarán hasta que se prueben y midan la verdadera fuerza y decisión del contrincante. Lo malo del ritual es que, además de hacerse alguna sangre, estos gigantes iracundos suelen aplastar a las crías que tienen el infortunio de ser pilladas en medio de la justa.
Mención especial merece el papel de la patria de los "aussies", que mi ignorancia suponía a salvo de cualquier amenaza militar externa, dada su ubicación, alejada de cualquier otra gran potencia, y su colosal superficie. Al parecer no es así o, dejadme que malicie, su gobierno debe tener serios problemas internos y, como muchos otros regímenes a lo largo de la historia, agita el espantajo del enemigo exterior para que su ciudadanía olvide el desaguisado doméstico.

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