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26 marzo 2023 (1): Jet lag para todos

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 26 mar 2023
  • 3 Min. de lectura

Hoy me he desperezado como cualquier otro domingo. A decir verdad, como cualquier otra jornada, porque para los que integramos la creciente legión de pasivos son todos los días iguales. Pero no, resulta que no es un festivo cualquiera, reparo aún somnoliento que hace solo un rato han adelantado una hora el reloj oficial. Preveo un montón de artículos periodísticos, de esos de los que, durante años, se vienen escribiendo un par de veces por cada ejercicio, debatiendo la cuestión de cuál debería ser el horario ideal en Iberia y trufando las columnas con hipérboles acerca de los incontables daños a la salud causados por eso de darle una vuelta completa al minutero.

Pero para jet lag severo el que sufrimos cuando escuchamos al senil Tamames que, si se trata de ensalzar a la mujer, dice que ya tenemos a la insigne Isabel la Católica o que la guerra civil comenzó en 1934. También tengo que mirar al reloj, y al calendario, cuando el líder de la oposición española habla de la "gente de bien", cuando los apóstoles del neoliberalismo proponen, por enésima vez, la en mil ocasiones refutada estrategia de la austeridad, cuando somos testigos de un nuevo crack bancario, tras incurrir los especuladores en los mismos errores del cortoplacismo que llevaron a la bancarrota a pretéritas entidades financieras...

Pero como estamos en el cambio de hora de primavera, igual mejor hablamos de adelantarla. Según los seguidores de ese nuevo credo que tiene por dios a la tecnología, la inteligencia artificial nos va a relegar al ocio, ¿retribuido?, que ella misma proporcionará (hasta va a monopolizar la creación artística), los avances en la manipulación de los códigos biológicos nos dilatarán la existencia hasta los ciento veinte años y más allá (naturalmente sin preguntarse cuáles serían las consecuencias de tamaña expectativa de vida), la computación cuántica resolverá todos los problemas que nos restan por solucionar y se acercará al conocimiento completo de la naturaleza, los avances en la producción renovable de energía, su eficiente almacenamiento y las redes inteligentes harán realidad la economía circular, desdiciendo a la segunda ley de la termodinámica y, en fin, el progreso ininterrumpido hará del todo innecesario un replanteamiento del ordenamiento político y económico del mundo. Pero lo que más subyuga a los teóricos de este optimismo conservador es que, en ese futuro que desearían próximo, podrán dar por extinta la lucha de clases, ya que la desigualdad nos importará una higa, porque ni a los hijos de los más miserables les faltará caviar que llevarse a la boca.

Como se me ha desmadrado la máquina del tiempo, al parecer transformada en infernal expendedora de billetes para los paraísos distópicos más aterradores, y perdonadme el oxímoron, prefiero volver al inocente tema del cambio de hora estacional. Y, ya lo he comentado en alguna otra ocasión, me declaro decidido partidario de dejar las cosas como están. La península Ibérica tiene la particularidad de extenderse un tanto de Oeste a Este, de modo que, si el horario de invierno rigiera durante todo el año, el amanecer en los días alrededor del solsticio estival llegaría demasiado pronto a las regiones más orientales. De igual manera, si se adoptara el actual horario veraniego, los occidentales no verían brillar el alba cercana al solsticio de invierno hasta muy avanzada la mañana laboral. Por cierto, que no he oído que nadie proponga asumir como oficial la hora solar, cuya implantación exigiría de un cambio de costumbres y adelantar la entrada y la salida del trabajo.

Termino confesando que a mí me da casi igual. Si se retrasa el reloj, no por eso voy a abandonar antes el mórbido lecho y, si se adelanta, disfrutaré los prolongados atardeceres con la tranquilidad de poder despertarme cuando el cuerpo me lo pida. Otra cosa muy distinta es que nos retrotraigan a los tiempos de maricastaña, de los curas con teja y las mujeres con mantilla, o que nos trasladen al imperio de las máquinas, que nunca será tal, porque tras ellas siempre estarán los mismos de siempre, esos que revisten sus imposiciones interesadas con el envoltorio de la inevitabilidad técnica. En fin, que por todo eso, y también porque cada hora soy más viejo, "virgencita que me quede como estoy".

 
 
 

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1 comentario


Luis Fernandez Ovalle
26 mar 2023

a mí me gusta más la hora de Inglaterra y Portugal pero es que yo soy, como sabes, abiertamente anglófilo y me parece un sin dios tener la misma hora que los nazis de Berlín... pura prefencia política

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