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26 junio 2022 (1): Crímenes sociológicos

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 26 jun 2022
  • 3 Min. de lectura

En la actualidad solo somos dos en casa y, aunque entre televisores, ordenadores, tablets y móviles contamos con una amplia panoplia de pantallas, la verdad es que solo una, la que preside el salón, exhibe la calidad y está rodeada del contexto idóneo para seguir confortablemente un largometraje o un gran acontecimiento deportivo. Así que debemos ponernos de acuerdo sobre lo que necesariamente hemos de ver en amable armonía. Y no es cuestión baladí, porque mi mujer no soporta las películas de espías, según ella tan embarulladas que hay que ayudarse del argumento publicado en Wikipedia para enterarse de algo, ni las de ciencia ficción, casi siempre tan poco creíbles y sin atención por los afectos, ni las de acción extrema, ruidosas, sanguinolentas y abusadoras del zooming, el travelling y todos los demás "ing" que uno pueda figurarse. Por mi parte, abomino las comedias románticas y los musicales, tan almibarados y tópicos. Total, que después de mucho disputar y experimentar, hemos llegado a la inapelable conclusión de que el único género que ambos toleramos es el policíaco; así que ahí nos tenéis, velada tras velada apostando acerca de quién es el asesino. Confieso que nos hemos hecho unos expertos en ese difícil arte de atrapar culpables digitales; claro que, a decir verdad, nuestra destreza detectivesca viene más del hábito adquirido destripando guiones que de nuestra perspicacia investigadora. Y os doy una pista acerca de cómo solemos resolver los casos a medio camino del spoiler: cuando a un personaje anodino se le dedican más minutos que los propios de un cameo y no aporta al argumento más que la dispersión propia de lo intrascendente, ese es el criminal.

Aunque yo lo que quería es hablar de la sociedad que desnudan estas series; de puro entretenimiento, sí, pero que inevitablemente se enmarcan en el decorado de fondo de la realidad socioeconómica. Realidad de ámbito continental, porque hemos visto producciones alemanas, británicas, escandinavas, españolas, francesas, holandesas, italianas, polacas y hasta turcas. Y ahí está lo curioso de lo observado: que, independientemente del país escogido como escenario, las inquietudes y problemas de la gente se parecen como una gota de agua a otra. Las similitudes comienzan, excepción hecha de los casos ambientados en Estambul, con la moda de la corrección: los puestos más altos del escalafón de las comisarías y el protagonismo lo ostentan mujeres, dejando para los hombres responsabilidades subsidiarias o los papeles de mediocres o graciosillos. Dicho esto, el panorama que se dibuja con independencia de la localización es desalentador: dificultades económicas, empleos precarios, endeudamiento, jefes tóxicos, abusos de toda índole en el ámbito laboral, desafección política, xenofobia, relaciones amorosas inestables y sujetas a lo eventual de la residencia y el empleo, familias disfuncionales, hijos desabridos cuando no déspotas, soledad, consumo abusivo de psicotrópicos, alcoholismo...

Sí, ya sé que un drama policíaco difícilmente se puede enhebrar con los hilos de unas vidas felices y confortables, y que es natural que se recurra a todas las miserias humanas para construir una historia cuyo leitmotiv sea el asesinato, pero es que todas las circunstancias que he comentado no solo afectan al entorno del crimen, sino que son también compartidas por los policías protagonistas. Es la sociedad en la que vivimos en su más pura esencia: sin certezas, insegura, inestable, que hace casi imposibles los proyectos a largo plazo, en la que se vive al día y del mañana nadie se preocupa porque todos tienen bastante con sobrevivir al maldito presente.

Pues sí, es esta la Europa que tenemos, esa que va dando lecciones de democracia al mundo mientras su ciudadanía, exhausta en su cotidiana lucha por la supervivencia, ha perdido la fe en el sistema y ha optado por el amargo individualismo y el escepticismo paralizante, cuando no por las alternativas totalitarias y excluyentes.

 
 
 

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