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25 octubre (1): Así se las ponían a Fernando VII

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 25 oct 2020
  • 2 Min. de lectura

Andaba Pablo Casado desubicado, no sabiendo qué hacer para discrepar del gobierno en materia pandémica. Al principio, el problema era que este ejecutivo bolivariano- comunista iba a arruinar la economía española por su irracional empeño en restringir y confinar. Después, cuando Sánchez y sus secuaces del contubernio aflojaron el control, resulta que eran unos irresponsables, que había que ser mucho más cautos y rigurosos con la desbocada evolución de la infección. Más tarde, su "verso suelto" de Madrid, que secretamente aspiraba a recoger los restos de su posible naufragio, volvió al mantra de la economía lacerada y decretó la reclusión de los pobres... En fin, que era un sin vivir en el que todos los hados parecían conjurase para tomarse a chirigota su "leal" oposición cuando, remedando a Carlos Puebla, en eso llegó... Abascal.

El Maestre de Campo de los Tercios de Flandes, tan pagado de sí mismo como escasa su chaqueta, creyó que era el momento de presentar una moción de censura con la que confiaba en arrinconar al Partido Popular, arrebatarle el liderazgo de los conservadores y tenérselas tiesas con el marxismo-leninismo directamente, ya que la "derechita cobarde" hacía tiempo que había claudicado.

Nuestro arrojado conquistador no había reparado en que, en una democracia liberal, los votos los otorga el saber diferenciarse de las ofertas competidoras. Y, claro, la moción de censura le concedía a Casado la posibilidad de discrepar de su programa, radical y nítidamente, hasta para el más alcornoque de sus simpatizantes. No le pareció suficiente al líder de Vox ese resbalón estratégico, así que lo remató con otro táctico, osando poner en tela de juicio la Unión Europea y el sacrosanto globalismo. Y, ¡Ay, amigo mío! Por estos pagos el aislacionismo carpetovetónico no vende tan bien como en las inmensas praderas de la América profunda; aquí la única política que cuenta con el apoyo de la banca y el gran empresariado es la que garantiza el libre mercado... donde quiera que se ubique el origen de la oferta y la respuesta de la demanda.

Así que, el señor Abascal, como aquellos cortesanos que temían la ira de Fernando VII cuando perdía al billar, le puso a Casado la carambola "a huevo"; o, como los buceadores que le acompañaban en la pesca a Franco, el salmón en el anzuelo. De modo que nuestro afortunado y resurgido líder no tuvo más que mostrarse como un hombre de estado, comedido y prudente y capaz de consensuar acuerdos patrióticos con el PSOE, de paso que daba un buen codazo a esos de Podemos, el único partido político que, de verdad, le produce urticaria y con el que jamás se avendría a ninguna componenda.

A partir de aquí, los grandes grupos mediáticos y los think tanks del poder económico ya han cogido la hebra para tejer un nuevo gran pacto de estado que eventualmente configure un gobierno de salvación nacional, o cualquier cosa que se le parezca. Por supuesto que a ese festín no estarían invitados los alabarderos de Vox ni los perroflautas de Podemos.

 
 
 

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