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25 junio 2023 (2): La guerra de la Play Station

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 25 jun 2023
  • 3 Min. de lectura

Mientras las fuerzas ucranianas despliegan una fantasmal contraofensiva, vedada al escrutinio periodístico, los medios nos entretienen con fotos de estudio, en los que unos heroicos soldados, siempre del mismo bando, bien equipados y sin una mota de polvo en sus lustrosas indumentarias, accionan las más sofisticadas armas. Muy ocasional y sucintamente se nos da cuenta de salvajes bombardeos rusos, que nunca alcanzan sus objetivos, porque la superioridad tecnológica de los interceptores occidentales hace estériles los esfuerzos del maligno y, si acaso, se lamenta la muerte de algún despistado civil, más víctima del error organizativo de la autoridad local competente, inmediatamente depurada, que de la torpe agresión de las fuerzas putinescas.

Al tiempo se hace gala de una mal contenida euforia, hablando de avances ucranianos en el frente, sin apenas detalles acerca de los combates y exhibiendo como trofeos de guerra las supuestas liberaciones de localidades de impronunciables nombres; sin que se sepa si se trata de grandes urbes o de villorrios constituidos por unas pocas viviendas. Y si el enemigo salva la estricta censura de la omertá informativa decretada y cuela alguna instantánea de carros de combate alemanes y norteamericanos reducidos a chatarra, se trata de montajes propagandísticos que en absoluto responden a la realidad de los acontecimientos.

Como uno tiene sus años para evocar cómo se combatía en los frentes informativos cuando la Guerra Fría y aún no le falla la memoria, recuerda los partes de guerra norteamericanos en el curso del conflicto de Vietnam. Entonces se hablaba de refriegas y escaramuzas varias en las que, sin excepción, las bajas del Vietcong centuplicaban las sufridas por los de las barras y estrellas. De cómo acabó aquella conflagración no es necesario que os aclare nada. Así que, visto lo visto, de la actual contienda europea solo sé que no sé nada.

Bueno sí, sé que hablar de la muerte es tabú. Los combates parece que solo los libran carros de combate zombies, drones, misiles teledirigidos y hasta cetáceos entrenados para espiar o volar objetivos ubicados bajo las aguas. Y, claro, las víctimas de estas máquinas son otras máquinas con aviesas intenciones. Mientras tanto, los humanos accionan los mandos de estos ingenios concebidos para la destrucción a mucha distancia del frente, instalados confortablemente, cual compulsivos jugadores de un “shooter” de última generación, ajenos a cualquier riesgo y con actitud de estar “viendo los toros desde la barrera”.

No se quiere saber el coste en vidas humanas de esta salvajada. Se tiene pavor a que la ciudadanía occidental se plantee reparos morales, cuestione la vía belicosa emprendida y ponga en marcha el quintacolumnismo, bendito él, de la paz. Que, como ya ocurriera con la intervención en Irak, se suscite una potente movilización social  que exija responsabilidades a todos los culpables, de ambos bandos, del estéril derramamiento de sangre y reclame la inmediata apertura de negociaciones y el cese de las hostilidades.

Tampoco se habla del coste económico de la involucración europea en este conflicto estepario, no vaya a ser que a los contribuyentes se les encienda la bombilla de la sensatez y comprendan que su esfuerzo fiscal se destina a recalentar un enfrentamiento que lo que precisa es una mediación capaz de bajarle la temperatura y, claro, a hacer más que próspero el inmoral negocio de los fabricantes de armas, la mayoría de ellos norteamericanos.

Termino el artículo de manera abrupta y con un “continuará” porque los hechos corren más que mis palabras y exigen un estrambote de última hora a lo escrito hasta aquí: poco antes de que publicara este texto, la guerra eslava ha dado un giro rocambolesco con la rebelión del grupo Wagner; y el juego mortal, que parecía un “shooter”, se ha tornado en un enredo tragicómico del que escribiré sin falta la próxima semana.

 
 
 

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