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25 junio 2023 (1): De cordones sanitarios y otros cuentos europeos

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 25 jun 2023
  • 3 Min. de lectura

No hace mucho tiempo las organizaciones políticas partidarias del sistema democrático liberal europeo sellaron un tácito acuerdo para que la extrema derecha no desempeñara cargos electos, salvo en los casos de que alcanzara la mayoría absoluta. La medida tiene su lógica y es éticamente impecable, ya que las organizaciones neofascistas solo aceptan el juego electoral como medio de alcanzar el poder para, una vez detentado, desmontar el sistema y sustituirlo por otro, de partido único y totalitario en sus fundamentos y praxis.

De sobra está decir que los miembros del Partido Popular Europeo han roto el por aquel entonces denominado “cordón sanitario” en numerosas ocasiones y países de la Unión. Más aún, el pacto de gobierno entre los partidos conservadores más tradicionales y las organizaciones ultras o iliberales es, muy probablemente, el más frecuentemente sellado de todos los innumerables posibles. Y ello tanto en el ámbito estatal, como para la configuración de los ejecutivos regionales o municipales. Caso paradigmático de esta dejación de los principios democráticos más elementales ha sido el cariz de las negociaciones llevadas a cabo en España para configurar los gobiernos locales y autonómicos. Gracias a la alianza con Vox (dado el elevadísimo número de acuerdos y la relevancia de los cargos en juego así puede considerarse) el PP ha desplazado de numerosos gabinetes a socialistas, nacionalistas e izquierdistas varios.

Como bien adelantaba en el artículo del pasado domingo, “Otra vez la estantigua del franquismo”, esto demuestra la atracción incontrolable que el escaño o la poltrona ejercen, tal y como desgraciadamente sucedió en los prolegómenos del acceso al poder de Mussolini en Italia y de Hitler en Alemania. En aquellos desgraciados e históricos momentos los partidos conservadores no dudaron en unirse a la barbarie, resultando cómplices necesarios del complot que llevó al continente a la conflagración más cruenta de la historia.

Esta reiterada deslealtad de los derechistas tradicionales al entramado político que ellos mismos pergeñaron obedece al hecho de que, si bien pueden diferir de los ideales de los extremistas en lo relativo al ejercicio formal de las libertades individuales, comparten con ellos los principios socioeconómicos vertebradores del sistema y su preferencia por la estabilidad de la geografía política delineada por las fronteras entre los actuales estados nación. Y ya es sabido que la economía importa más que cualquier otra consideración. O sea, que son, como los camisas negras y azules, alérgicos al ejercicio de los derechos de los trabajadores por cuenta ajena, a la regulación del mercado y a toda medida que palíe la desigualdad o perjudique mínimamente los intereses de los grandes financieros.

Paradójicamente, hay otro “cordón sanitario” que, calladamente, sigue vigente y se observa sin fisuras apreciables, el que separa del ejercicio del poder a la izquierda ubicada más allá del socialismo y a los independentistas. Y si queréis comprobarlo, no hace falta más que leáis algo de lo acontecido en numerosos municipios vascos donde EH Bildu ha sido la fuerza que ha recibido una amplia mayoría de apoyo popular, apuntalada además por el voto favorable de Unidas Podemos, o en Barcelona, donde el candidato que prefirieron los electores era el presentado por Junts y, sin embargo, ni los unos ni los otros se van a hacer con la makila o el bastón de mando. En algunos de esos casos, hasta han convergido contra natura el PP y el PSOE, con tal de negar la alcaldía a alguno de los considerados apestados por el ”establishment”.

Las conclusiones que se pueden extraer de estas evidencias son desoladoras: las fuerzas que se oponen a cualquier cambio, incluidos los imprescindibles para hacer frente al deterioro climático y el consumo desmedido de los recursos naturales, gozan de excelente salud, cuentan con el apoyo abrumador del dinero y sus medios de comunicación y, por si todo esto fuera poco, no tienen empacho alguno en suscribir bochornosos acuerdos entre ellas al tiempo que cierran la puerta a cualquier alternativa mínimamente rupturista.

 
 
 

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