25 julio 2021 (1): El mérito cuestionado
- Javier Garcia

- 25 jul 2021
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Buena parte del sustento moral del liberalismo descansa sobre el mérito. Efectivamente, las desigualdades sociales solo tienen un pase si se argumenta que cada uno obtiene lo que se merece. Por supuesto que, cuando de pobreza y privación de los más elementales derechos se trata, ni siquiera la verosimilitud de este argumento, por lo demás falaz, serviría para justificar la exclusión y la miseria; pero durante mucho tiempo ha sido de esas certezas apriorísticas que los poderosos han impuesto a base de machacar con ellas hasta la extenuación; vamos, aquello de Goebbels de transformar mentiras en verdades a fuerza de repetirlas.
Y mira que la refutación de semejante postulado, que algunos elevan a la categoría de axioma, es fácil. La vida, queridos amigos, no es el imparable proceso de ascenso de los talentudos y esforzados Erin Brockovich o Jerry Maguire, sino un inmenso e interminable torneo de ajedrez en el que se juegan una infinidad de partidas y donde algunos de los jugadores son unos fulleros. Quiero decir que, pese al ideal escenario que los teóricos del liberalismo dibujan, quienes juegan al ajedrez de la existencia no siempre lo hacen con las mismas fichas y bajo las mismas reglas; porque hay algunos que cuentan con algún peón o pieza de más, o parten con la calidad, o se permiten movimientos proscritos por las normas generales. Quiero decir que el factor cuna desempeña un papel obvio en el destino que le espera a todo recién nacido. Con ser una obviedad que nadie puede ignorar, ahí están los teóricos de la libre competencia para convencernos de lo contrario, y tienen muy buenos altavoces. Las pruebas en su contra, sin embargo, son abrumadoras: existen dinastías políticas, sagas profesionales y puestos de presidentes y directores generales de compañías hereditarios. Más aún, hay numerosos estudios que hablan de lo extremadamente improbable que es que una persona de origen muy humilde se aúpe a los más altos puestos de liderazgo, sea este de la naturaleza que sea.
Pero es que la desigualdad de oportunidades acontece también a la hora de acceder a niveles de responsabilidad intermedia, porque la contienda no es limpia; en la mayoría de las ocasiones no se elige al mejor candidato, sino al paniaguado de turno, cuando no al adulador o al delator, en definitiva, al más influyente. Por supuesto que esta desigualdad persiste en el ejercicio del cargo, porque el que ha llegado a él por sus propios méritos pende del frágil sostén de su esfuerzo y capacidad; mientras que al "enchufado" se le tolera un elevado nivel de incompetencia.
Todo esto parece que se acaba de descubrir aquí y ahora gracias a que el sistema necesita una revisión ante lo insostenible de los excesos ultraliberales. En fin, que algún altavoz se ha repartido también entre los discrepantes y hoy abundan los libros que desnudan el trampantojo. Citaré dos ejemplos por si alguien está interesado en profundizar en la materia: "La tiranía del mérito", del filósofo político Michael J. Sandel y "Valle inquietante", de Anna Wienner. En el primero de ellos, ese prestigioso profesor, nada sospechoso de izquierdista, afirma literalmente que "el mantra de que todo el mundo puede triunfar si lo intenta genera una sociedad de arrogantes ganadores y perdedores resentidos". En cuanto a la autora, es una testigo de excepción del proceso por el que se labran las carreras profesionales en las grandes tecnológicas. Según su testimonio, en estas compañías impera la misoginia y un corporativismo alienante que deriva en una suerte de secta a la que debes adhesión incondicional (por supuesto que los escépticos, los que no acatan las reglas y liturgia de estas religiones de nuevo cuño, los que no viven las veinticuatro horas en y para la empresa cantándole alabanzas, están abocados a la exclusión, al arrinconamiento profesional y, en definitiva, a la pérdida de sus puestos más pronto que tarde).
Concluyo, el mérito, para transformarse en triunfo, siempre ha de pasar por el fino tamiz del poder y, también, que no lo he citado hasta ahora, debe enfrentarse con éxito al embate del proceloso e imprevisible discurrir de los acontecimientos; vamos, que el azar también desempeña un papel relevante a la hora de definir ese nuestro futuro, tan inaprensible...

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