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24 septiembre 2023 (1): Sablazo

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 24 sept 2023
  • 3 Min. de lectura

Leemos en la prensa que la princesa Leonor de Borbón ha recibido, junto a sus compañeros de promoción, el sable que la acredita como oficial (¿u oficiala?) del ejército español y el noble reconocimiento de "dama cadete".

La primera cosa que se me viene a la cabeza es que eso del arte de la violencia institucionalizada es o muy fácil disciplina o sus alumnos son especialmente aplicados y brillantes, porque no hace sino poco más de un mes que su alteza real y sus compañeros de armas se incorporaron a la disciplina castrense y ya disfrutan de la condición de oficiales; no como los chusqueros, que al fin de su vida en armas, los jubilan de subtenientes.

Para que a la información no le faltara un detalle, la han ilustrado con imágenes de esos jovencitos, patriotas "hasta la última gota de su sangre", desfilando marcialmente y emperifollados con impecables uniformes y los pelos, imagino, escrupulosamente acordes con las ordenanzas vigentes: ellos bien peladitos y ellas luciendo graciosos y recatados recogidos bajo las rojas boinas (no sé por qué en el caso de los muchachotes ciertas consideraciones higiénicas y sanitarias aconsejan la obligada tonsura mientras que a las damas se les consiente conservar sus melenas, con la única condición de que no las liberen al viento; debe ser que mujeres rapadas al cepillo es sinónimo de rojas represaliadas).

Confirma mi primera impresión de que eso de manejar armas, idear tácticas y proponer estrategias de combate es asignatura maría el hecho de que la heredera al trono encara tan solo un par de años de formación castrense, al parecer suficientes para, al cabo de ellos, pasarse por los tres ejércitos y recibir las dos estrellas de teniente. De sobra está decir que, partiendo de esa primera graduación, su carrera será meteórica y está escrita en las estrellas, ya que nació predestinada a ser capitana generala (diablos, ¿se dirá así?) de todos los ejércitos.

Claro que igual no es tal cual lo supongo, y lo que simplemente ocurre es que la sangre azul también regala a sus regados una inteligencia muy por encima de la media. Hay evidencias que señalan en esa dirección, ya que, tan pronto la primogénita real lo sepa todo de los misterios militares, iniciará la carrera de derecho que, supongo, la despachará cum laude en otro aprovechado bienio y sin necesidad de que la Universidad Rey Juan Carlos le afine el expediente académico; no como un conocido y defenestrado líder del PP que, para lo mismo, empleó una década. Para entonces dominará por lo menos cuatro idiomas y las más retorcidas estratagemas de la política y la diplomacia le serán tan familiares como a mí los secretos para hacer un buen marmitako.

Tan evidente es su clarividencia que abrigo alguna duda de que, como el resto de los mortales, realmente tenga necesidad de enfrentarse con éxito a los exámenes convencionales de más de treinta asignaturas para acceder al grado universitario, para qué.

De lo que sí estoy seguro es de que estos estudios nos van a costar un pico, digo un sablazo, porque entre forjadores de insuperables hojas de acero, sastres o modistas reconocidos, peluqueros que hagan posible el lucimiento sin violentar las ordenanzas castrenses, combustible de los cazas de adiestramiento y singladuras del Juan Sebastián Elcano, lo que ya nos hemos gastado en ese colegio de Irlanda, en el que la sucesora al trono ha cursado su bachillerato, nos va a parecer el chocolate del loro (sí, ya sé que lo ha pagado su padre, pero él no deja de ser el más alto funcionario del estado). Todo sea por España y la gracia de Dios.

 
 
 

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