24 octubre 2021 (1): ¡Que viene la inflación!
- Javier Garcia

- 24 oct 2021
- 3 Min. de lectura
La cesta de la compra se ha encarecido en Bizkaia un 12 %. Han contribuido notablemente al alza de los precios las subidas en los servicios energéticos, pero también las de muchos otros bienes de consumo, tales como los dispositivos electrónicos (debido a la escasez de determinadas materias primas, la incapacidad de los fabricantes de componentes y los recursos limitados de la logística y el transporte) y los productos alimentarios más básicos.
Por supuesto que este no es un fenómeno local sino global y tiene, a mi entender, una compleja e inquietante interpretación. Desde hace ya bastantes décadas (las del imperio del ultraliberalismo, el monetarismo y la austeridad), la principal preocupación de las autoridades económicas del mundo desarrollado ha sido el control de la inflación. Para conseguirlo no se han detenido ante nada: recortes drásticos del gasto público (que han ahondado la brecha de la desigualdad y expandido la pobreza), jibarización de los salarios, dumping social desde los países que practican una suerte de neoesclavismo y, por qué no decirlo, explotación brutal de quienes arribaban ilegalmente al mundo desarrollado.
Por supuesto que el control inflacionario, que ha llegado en alguna ocasión al extremo de hacer caer la economía europea en la deflación (cuando la introducción del euro, por ejemplo), no se ha adoptado con el bienintencionado propósito de facilitar la vida a la ciudadanía, sino como la única vía plausible para "enrasar por abajo" las condiciones laborales a nivel planetario sin que esta globalización de la precariedad suscitara una respuesta social virulenta de las clases trabajadoras en los países más ricos. Porque, mis queridos lectores, los precios estables significan dinero barato y el crédito asequible ha sido el analgésico de la escasa capacidad de gasto.
Sin embargo, esta situación se ha mantenido siempre en equilibrio inestable porque, pese al férreo control ejercido, el sistema ha sido incapaz de parar el crecimiento vertiginoso del déficit público y privado (carentes de liquidez los consumidores, con el incentivo al endeudamiento desbocado y la capacidad de crear dinero de la nada por parte de emisores de moneda y prestamistas sin respaldo de sus reservas, ya me diréis). Al tiempo, el negocio bancario se ha venido abajo con estrépito porque el crédito ofrece unas ratios de rentabilidad ridículas, cuando no negativas. La puntilla la han dado determinadas circunstancias, desgraciadamente nada coyunturales, relacionadas con el cambio de paradigma energético (tímido, pero inevitable y significativo, dada la emergencia climática), la paulatina pérdida de credibilidad del dólar como valor refugio y la constatación de que lo digital no está "en la nube", sino que descansa en dispositivos físicos que, para su funcionamiento, requieren de ingentes cantidades de energía y de materias primas próximas a su agotamiento.
Así pues, entiendo que la inflación ha vuelto para quedarse, que será muy difícil controlar los precios a partir de ahora porque el fraude piramidal de otorgar un valor a lo que no lo tenía ya no encuentra compradores (esperad la próxima debacle de las criptomonedas). Se revalorizan, pues, los bienes que sí cuentan con un valor intrínseco incontestable, los que son necesarios para el normal discurrir de la vida de miles de millones de personas.
Así las cosas, la inflación no es sino un ajuste inevitable, una enmienda a la totalidad de la sociedad del "low cost" cuyas consecuencias son imprevisibles. Algunas ya empiezan a verse: nacionalismo creciente y freno a la globalización, nuevos focos de tensión bélica, replanteamiento de las alianzas internacionales y convulsiones sociales y políticas.

Comentarios