24 julio 2022 (2): Grietas en el muro
- Javier Garcia

- 24 jul 2022
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Hace muy pocos meses, los países del Occidente europeo, erigidos en jueces y parte de un conflicto que en otros tiempos hubiera sido lejano, impusimos sanciones con la misma convicción de guardianes de la moralidad que los confesores administrando el sacramento de la penitencia. Entonces se mantenían prietas las filas y los espíritus enardecidos emitían ardientes soflamas llamando a la cohesión ante el enemigo común declarado.
Nadie previno, o quiso alertar, del posible efecto “boomerang” de tantas decisiones inamistosas (así las calificó el sancionado), pero la realidad de este mundo inevitablemente interconectado por una maraña de vínculos inextricables ha tornado nuestro sueño justiciero en pesadilla. Así que padecemos una inflación como no recuerdan las generaciones posteriores al baby boom, sufrimos el desabastecimiento energético y a la recesión ya le estamos viendo sus enhiestas orejas.
Y, claro, cuando las cosas se ponen feas comienzan las disensiones. Los países ibéricos rechazamos la reducción en el consumo de gas propuesta, el magiar ha procedido a una negociación bilateral con el señor de las espitas para asegurarse el suministro, los trasalpinos han mandado a hacer puñetas a su gobierno, muy probablemente por haberse significado en la beligerancia, y al germano el “poli bueno” lo ha sorprendido con la apertura parcial de las conducciones y ahora no sabe si ponerse exquisito o dejar de pavonearse para ver si así se incrementa el caudal.
Lo peor es que este estado de cosas amenaza con enquistarse o, incluso, empeorar. No es difícil prever que los pequeños desencuentros evolucionen hacia abiertas y ásperas discrepancias, todo ello condicionado por una opinión pública indignada por su brusco empobrecimiento y cada vez más distante de las medidas adoptadas por quienes teóricamente la representan. Hay un serio riesgo de resurgimiento de las opciones populistas cercanas al fascismo y de encastillamiento nacionalista. Y es que la decepción de ver la promesa incumplida de una unión política transformada en alianza militar ha desmovilizado al electorado más progresista y desengañado a quienes soñábamos con una gran Europa, a la vanguardia de los derechos y libertades, y capital de la calidad de vida. De todo eso solo queda una administración comunitaria cuya única función aparente es preservar los intereses de las grandes corporaciones y restringir el margen de maniobra de los gobiernos nacionales cuando de adoptar medidas sociales se trata.

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