24 julio 2022 (1): Casualidades haylas

Si habéis prestado atención a las columnas de noticias incómodas, esas que no queda otra que dar pero que se publican con rubor y haciendo votos porque no se lean, de modo que rápidamente desaparecen sin profundizar hasta su fondo, os habréis enterado de que un avión de fabricación ucrania y tripulado por ucranios despegó de Serbia cargado de armas con destino Bangladesh y se estrelló en tierras griegas.

Y digo que la noticia es incómoda porque, aun admitiendo esta versión oficial, la cosa tiene bemoles. Veamos, resulta que un país que está en guerra todavía dispone de excedentes, en la forma de aeronaves y tripulaciones especializadas, para llevar armamento a otras regiones del mundo en conflicto. De la misma manera, tampoco Serbia sale de rositas de este lío, ya que queda demostrado que aquí el que no corre vuela y mercadea con la sangre de terceros, porque todo esto de la muerte es un gran negocio; eso sí, gestionado con la confidencialidad propia de lo vergonzante.

Pero dadas las circunstancias bélicas por las que Europa está atravesando es muy fácil maliciar que, por ejemplo, el destino de ese cargamento no fuera el Extremo Oriente. Este podría haber sido Ucrania, en cuyo caso Serbia no sería tan amiga de Rusia como parece y se agigantaría la hipótesis del derribo o el sabotaje, lo que sentaría un peligrosísimo precedente para la extensión del conflicto. También cabe que la aeronave ucrania y disidentes pro rusos de la misma nacionalidad fueran la mejor cobertura para realizar envíos a Rusia; con lo que, de nuevo, es verosímil la intercepción, solo que en este caso perpetrada por las potencias occidentales y con las mismas y trágicas implicaciones para la generalización del conflicto.

Sea como fuere, habrá que confiar, y desear, que pese a que las casualidades no existan, en esta ocasión los hados se hayan conjurado para tan rocambolesco incidente y que solo se trate de la pérdida de un cargamento en el debe de desaprensivos traficantes de armas.