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24 diciembre 2023 (2): Guapa

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 24 dic 2023
  • 2 Min. de lectura

Afortunadamente, el status de la mujer ha cambiado, soplan vientos de emancipación y huracanes de equiparación a todos los niveles y, sin embargo, la palabra "guapa" sigue cargada de un peso semántico y cultural infinitamente mayor que su masculino. El adjetivo en cuestión actúa a modo de revulsivo emocional cuando los hombres lo evocamos, casi siempre abducidos por la corrección de los rasgos que dibujan el rostro de nuestra chica deseada, esa indefinible armonía apoyada en la sonrisa cómplice, la simetría, las proporciones culturalmente predominantes y los ojos inquisitivos que, cuando conectados a los nuestros por la mirada compartida, trazan la angosta comunión de unas almas encadenadas.

Este calificativo es aún más relevante entre las féminas. Lo confiesen o no, aunque hayan alcanzado el nivel académico más elevado o los empleos más exitosos, andan tras el santo grial de la belleza, no hay casi hembras que hagan dejación del acicalamiento. Para eso están los peinados, la depilación, las mani y pedicuras, el maquillaje, las cremas, los perfumes, los vestidos que realzan las mejores cualidades naturales y ocultan los excesos de lo rectilíneo y de las curvas demasiado pronunciadas... Y cuando el paso inexorable del tiempo va dejando huellas indelebles, la mayoría recurre vanamente a pócimas milagrosas, cuando no a arreglos quirúrgicos.

Pero la lengua está viva, y el empleo de los vocablos evoluciona. Cuando yo era un joven controlado por las hormonas, "guapa" en boca de los hombres quería decir muchas cosas diferentes, dependiendo del timbre, el tono y la acentuación de las sílabas empleados; podía ser un piropo con altas dosis de acoso o una tierna confesión de embeleso.

Entre las mujeres de aquel tiempo pasado "guapa" solía espetarse a la otra con notas desafiantes. Y, con harta frecuencia, venía precedida por un "oye" muy poco cordial.

Hoy la palabra casi no se emplea por el sexo masculino más allá del entorno de la mayor confianza, y su uso es un privilegio del que solo disfrutan los entrados en años cuando se dirigen a jovencitas, tal vez por lo inocuo de su decadente condición. Mientras que, ¡oh, magia de la imparable mudanza!, las mujeres han abandonado el pretérito retintín y se llaman "guapa" las unas a las otras a casi todas horas y con ánimo de agradar; tal vez, conjeturo con peligro de merecer el anatema, porque los hombres ya no se lo dicen.

Por supuesto que los cambios solo afectan al lenguaje, porque la pasión y el deseo son inextinguibles, aunque me temo que en esta era de los extremos y las contradicciones la práctica del erotismo vuelve a ser víctima de la represión, al tiempo que se manifiesta crecientemente en la forma de perversas conductas. Detesto el puritanismo de nuevo cuño, la mojigatería de las neoreligiones, abomino la violencia, la dominancia y el mercantilismo en las relaciones y abogo por la coyunda consentida de toda la vida, sin duda de lo más saludable y placentero a lo que podemos entregarnos, porque sin comer y yacer con quien te gusta ya me diréis lo que queda.

 
 
 

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