top of page

24 de diciembre 2023 (1): La Navidad y la obligación de ser feliz

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 24 dic 2023
  • 2 Min. de lectura

Como dice el villancico, hoy es Nochebuena y mañana Navidad. Un periodo festivo cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, cuando los cazadores recolectores se persuadieron de que, tras el solsticio de invierno, el astro rey ascendía de nuevo, para regocijo de sus dependientes criaturas; así que afortunadamente la vida siempre retornaba con fuerza en un ciclo sin fin. De eso, y de la cristianización de ese paganismo ancestral, apenas queda nada, ni siquiera restan muchas de esas reuniones de próximos, no hace muchas décadas de obligado cumplimiento; la diáspora a la búsqueda de un empleo y el encanijamiento de las familias han reducido las mesas festivas a ágapes de diario, por lo menos en lo que respecta al número de comensales.

A toda esa candorosa oda al amor y la solidaridad la han sustituido el consumo y la obligación de ser feliz. En una sociedad donde se impone el principio liberal de que eres y disfrutas de lo que te mereces, la actitud es lo que importa. Así que al mal tiempo buena cara, si durante el año ha sobrevenido alguna desgracia, si la salud nuestra o de nuestros seres queridos se tambalea, si el trabajo es precario y el sueldo miserable, si nos abruma la soledad, todo ello no ha de ser óbice para que debamos sentirnos dichosos y miremos al futuro con la determinación propia de quienes agitan la tenacidad por bandera y el carácter indoblegable como principal valor.

El problema es que cuando la vida nos golpea con el ciego infortunio es justificable, y honorable, sentirse desgraciado. Y esa sensación se agrava cuando la publicidad, los medios informativos, las redes sociales, los conocidos y las luminarias que adornan calles y comercios nos hablan del goce paroxístico obligatorio y nos desean una felicidad para nosotros inaprensible. El dolor es doble, porque al que de natural se siente hay que añadir el infligido por un entorno que nos persuade, aunque en modo alguno sea cierto, que pertenecemos a una extraña y minoritaria especie de desgraciados enfadados con el mundo, rodeados por una multitud de gente exultante.

Así que transitar por estos festejos puede ser difícil, y también peligroso para las relaciones familiares, máxime si a la irritación causada por la pose dichosa impuesta se suman las largas horas de sobremesa, durante las que los vapores alcohólicos confunden la razón y sueltan las lenguas.

La guinda del pastel la ponen las tarjetas de crédito, que han estado echando humo sin que nos hayamos detenido a consultar el saldo de sus cuentas; de modo que, para cuando lo hacemos, usualmente en medio de la última resaca, es el llanto y el rechinar de dientes. Y con ese cuerpo jotero damos comienzo al nuevo año. Que seáis dichosos.


 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
30 noviembre 2025 (2): El bazar en la red

Como hace tiempo que había dejado de prestar atención a las redes sociales, casi me había olvidado de la enorme capacidad de creación de negocio que fluye digitalizada. Es por eso que me ha pillado de

 
 
 
23 noviembre 2025 (3): Tsunami de despropósitos

El mismo día que el fiscal general del estado era insólitamente condenado por una filtración informativa, cuyo origen en la acusación pública no parecía evidente, salvo para el tribunal que lo juzgó,

 
 
 

Comentarios


Formulario de suscripción

688806378

©2020 por El observador inercial. Creada con Wix.com

bottom of page