24 abril 2022 (1): Es el sistema, estúpido
- Javier Garcia

- 24 abr 2022
- 4 Min. de lectura
Estos días se habla del espionaje realizado a varios líderes independentistas catalanes mediante el software malicioso "Pegasus". Me sorprende el ruido mediático y político generado; si la memoria no me falla, hace un tiempo que ya se habló de este tema y, por entonces, la polémica no pasó a mayores, tal vez porque también se citaron muchas otras y más ilustres víctimas de los indiscretos oidores (nada menos que varios jefes de gobierno de los estados más poderosos de la Unión Europea). Además, a estas alturas del partido, ¿alguien se puede extrañar de que cualquier cosa que se diga, se envíe o se comparta por medios telemáticos sea susceptible de ser interceptada por destinatarios indeseables? Y no digamos si quienes intercambian información sensible son personas que ostentan altos cargos públicos o dirigen grandes empresas. Ya lo sabían los capos mafiosos antes incluso del arribo de las tecnologías de la información, por eso solo empleaban emisarios que transmitían las órdenes de viva voz y por lo bajines.
Los que han visto vulnerado su derecho a la intimidad han puesto el grito en el cielo y acusado directamente al Gobierno de España por tales prácticas reprobables, creándose un ambiente viciado y de elevada tensión entre quienes votaron conjuntamente la censura del último gabinete de Rajoy y la investidura de Sánchez. Voy a decirles lo que creo: no me extrañaría que esta oscura operación haya sido perpetrada con el conocimiento o por iniciativa de algunos miembros del ejecutivo (entendiéndose por tales cualesquiera altos cargos políticos desde directores generales a ministros); lo que veo harto improbable es que tal decisión se haya adoptado en Consejo de Ministros o que el propio presidente del Gobierno autorizara personal y conscientemente semejante vulneración del estado de derecho (cuando ya había concluido de redactar este artículo, algún medio responsabilizaba del espionaje a una fantasmagórica “Unidad de Defensa de los Principios Constitucionales” del CNI).
Lo cierto es que el tiempo de gobierno que el régimen democrático liberal suele otorgar es demasiado corto para hacerse con todas las riendas del poder. Debajo de las más altas magistraturas es donde realmente se suele cortar el bacalao, y no en todas las circunstancias según los patrones diseñados por los fugaces inquilinos de unos palacios en los que los caseros son otros, no tan notorios como los recién electos, pero que conocen los habitáculos del poder hasta en sus más apartados rincones porque residen allí desde siempre.
Es el "sistema" el que permanece. Veréis, hace mucho tiempo, prácticamente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, que los ministerios más "sensibles" de los países occidentales, esos que se responsabilizan de las denominadas políticas de Estado, o sea: Interior, Defensa, Asuntos Exteriores, Economía y Justicia, solo los dirigen políticos de perfil manifiestamente conservador, aún en los casos en que el ejecutivo se califique de "progresista" y sea el resultado de una coalición de partidos de izquierda. Adicionalmente, la mayoría de los altos cargos de esos ministerios, en la policía, el ejército y la magistratura, proviene de sagas familiares cuyos orígenes se remontan a tiempos autoritarios y, claro, nada sospechosas de connivencia con las opciones más decididamente socialdemócratas (de más allá del espectro ideológico ni hablamos porque, para estos paladines del inmovilismo, quienes sostienen posturas abiertamente rupturistas se acercan al abismo de la subversión).
Los servidores del status quo, que lo mismo se mueven por las cloacas que a plena luz del día, hacen y deshacen a su antojo por la ignorancia o la permisividad de los que debieran controlarlos; después de todo la posición de los recién llegados es débil, susceptible de extorsión o vulnerable frente a bien urdidos sabotajes, tan silenciosos como eficaces.
Y si en algún momento este primer dique de contención interna se resquebraja, hay otros muchos interpuestos merced a los compromisos internacionales de los que somos signatarios: Recuerdo aquí que formamos parte de la Unión Europea, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, el BCE, la Euro Zona, el ECOFIN, el Fondo Monetario Internacional, la OCDE, la OMC... y otro montón de organismos que no tienen otro objetivo que velar por que impere su ortodoxia socioeconómica en los países adheridos, con independencia de cuáles sean las preferencias políticas de sus ciudadanos o los programas de gobierno de los partidos vencedores en sus respectivos comicios electorales. Por cierto, que para estos entes internacionales importa más la interlocución con los funcionarios de alto rango de cada país que con sus cargos políticos, así que la telaraña tejida es muy tupida y resiliente en el tiempo. En último término, y si los nuevos gobernantes se muestran contumaces en su propósito de cambiar algo realmente significativo, se recurre a las campañas de descrédito en los medios, las sanciones, la presión de la deuda o el aislamiento comercial.
Así que "Pegasus" no ha actuado al servicio del Gobierno Español, sino con el propósito de defender y preservar el "sistema" en la península Ibérica. El independentismo catalán fiaba demasiadas opciones de éxito a un hipotético apoyo internacional que solo recibirá, sibilinamente matizado, para amortiguar las desproporcionadas condenas penales dictadas por los tribunales españoles. Sus impulsores pensaban que, dados sus orígenes rurales y su ideología conservadora, no sería difícil merecer la confianza allende las fronteras, pero no repararon en que el inamovible equilibrio imperante se estructura en torno a las naciones estado, tal como hoy existen. Cualquier cambio de los mapas podría agitar más reivindicaciones separatistas en otros países europeos, suscitándose una serie de acontecimientos de imprevisibles e incontrolables consecuencias; lo que más teme el orden establecido.
Y termino con un aviso a los navegantes que hace pocos días insistían en la Europa de los Pueblos como la opción que pudiera dar salida a las aspiraciones soberanistas vascas: nunca conseguirán el visto bueno de la eufemísticamente calificada como "comunidad internacional".

Comentarios