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23 octubre 2022 (1): Lo que nos enseña Ucrania

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 23 oct 2022
  • 2 Min. de lectura

La guerra es la mayor de las tragedias, el culmen de la irracionalidad y sufrimiento humanos. A la vez, es una escuela donde los belicosos y pendencieros del mundo reciben duras lecciones de las que, desafortunadamente, parece que no aprenden demasiado.

El conflicto de Ucrania no es una excepción, y está sirviendo para desmontar algunos mitos sobre el rearme y el irreflexivo aumento del presupuesto en defensa. Efectivamente, si algo ha reiterado esta conflagración es que no es el tiempo de los dinosaurios acorazados, grandes y lentos blancos que son el sueño húmedo de las armas auto o teleguiadas. Así, y pese a que la guerra se concentra a lo largo de las costas del Mar Negro, el papel de las carísimas armadas es tendente a cero; a los rusos les inutilizaron su buque insignia con las primeras hostilidades y desde entonces jamás se supo de barcos que desempeñaran rol significativo alguno. Otrosí se puede decir de los tanques, fácilmente noqueables con armas ligeras, infinitamente más baratas. Hasta la aviación tripulada ha entrado en crisis, porque los grandes avances tecnológicos en el sector antiaéreo desaconsejan el despliegue masivo de aeronaves comandadas por humanos, de coste disparatado y portadoras de vidas altamente valoradas en tiempos de guerra. En su lugar crecen las opciones de las armas hipersónicas, que todavía eluden la defensa, pero que son excesivamente costosas, y los drones que, aunque fácilmente abatibles, pueden ser empleados en elevado número, de modo que alcanzan sus objetivos por saturación de los antiaéreos.

En fin, que la ciudadanía ya sabe qué objetar cuando, como hoy, nos vengan con historias para justificar incrementos disparatados de los gastos militares.

Con todo, la mejor noticia que esta guerra ha proporcionado es que eso del “Todo por la patria” ha pasado a mejor vida. La juventud de hoy, que tiene mucho que perder con su movilización y se la maltrata en los mercados laborales convirtiéndola en ciudadanía de segunda, está diciendo que no a las pretensiones belicistas de sus ancianos líderes. No hay más que ver el éxodo masivo de los varones rusos que, estoy completamente seguro, también se está produciendo del lado ucranio, aunque nuestros medios, en el ejercicio de una libertad de prensa extrañamente entendida, nos estén hurtando esa parte de la verdad (las autoridades ucranianas han cerrado las fronteras a los hombres, así que no fían la eficacia de la leva al espíritu patriótico de su ciudadanía). Concluyo considerando igualmente probable la deserción masiva de los jóvenes de la Europa Occidental ante una todavía hoy improbable movilización para la guerra, por mucho que los arengue el belicista y senil (lo digo por su avanzada edad) Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

En fin, que pese al delicado momento de inestabilidad internacional que estamos pasando, aún hay esperanza para el pacifismo. Todavía se puede confiar en el triunfo final de los amotinados que, como en el célebre caso de la “Bounty”, en lugar de masacrar a los extraños nativos decidieron convivir con ellos y hacer el amor con sus mujeres y salchichas con los oficiales de abordo.

 
 
 

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