23 julio 2023 (1): Al fin sube el precio de mentir
- Javier Garcia

- 23 jul 2023
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No hace sino poco más de una semana que el señor Alberto Núñez Feijóo tenía que hacer una llamamiento a sus correligionarios para que contuvieran la euforia y extremaran la prudencia ante tanta encuesta electoral favorable, cuando algunos fantasmas del pasado volvieron para recordar a los votantes cuál había sido la praxis del Partido Popular en el ejercicio del poder ante dos asuntos particularmente sensibles: la integridad moral y el futuro de las pensiones. Y resulta que el candidato “prudente”, que llegó de Finisterre para salvar España, y que tan bien había pasado la prueba de su cara a cara con el Presidente Pedro Sánchez, vio aireadas sus vergüenzas, o sea, su larga letanía de mentiras y medias verdades que, hasta ese momento, los medios afines y los ditirambos de sus hooligans habían conseguido mantener ocultas bajo el impostado ropaje de hombre de estado.
Así, una inocente entrevista en RTVE lo retrató como un contumaz negacionista de la verdad, cuando, contra toda evidencia, repitió reiteradamente que el PP en el poder nunca desvalorizó las pensiones (y eso sin que hiciera falta recordarle que su antecesor como presidente del partido, y a la sazón Presidente del Gobierno, dejó en el cajón de los propósitos no materializados la introducción de un tal “factor de sostenibilidad” que, supuestamente, habría de ajustar las percepciones de los pensionistas al aumento de su esperanza de vida).
Pero lo que más daño ha hecho a la campaña de la derecha es el viejo affaire, nunca sustanciado con la trasparencia debida, de las cremitas compartidas con el narcotraficante convicto Marcial Dorado. Y es que el señor Feijóo se ha enredado entre una maraña de peregrinas excusas y contradicciones, afirmando en primera instancia que no sabía de las ilegales actividades del amigo, porque en aquel tiempo no había Internet, para reconocer más tarde que sí conocía su pasado como contrabandista.
Me alegro de que, al fin, el embuste acarree un coste; aunque no acierte a desentrañar el misterio de por qué la desvergüenza falsaria, tantas veces jaleada y triunfante, puede en un momento dado volverse contra quienes propalan los bulos. No sé si se debe al empacho de “fakes” que sufre la opinión pública, al inesperado contraataque de la ética o a ese pendulear incontrolado del estado de ánimo colectivo. En cualquier caso, el descrédito de la palabra dada por el líder de la oposición reduce sus opciones de triunfo y deja las elecciones de hoy mismo al pairo de que los escépticos acudan finalmente a las urnas y los dubitativos se decanten preferentemente por una u otra de las alternativas.

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