23 enero 2022 (2): El brazo tonto
- Javier Garcia

- 23 ene 2022
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Cuando el fantasma de la guerra se enseñorea otra vez de Europa, mientras se mantienen los últimos contactos diplomáticos, a uno le gustaría que quienes tienen la enorme responsabilidad de evitar el conflicto y de ahorrar un inmenso sufrimiento, a sus ciudadanos y a los de los sus potenciales enemigos, actuaran con la sensatez y humanidad dignas de los cargos que ocupan.
¿O quizás todo eso es mucho esperar de aquellos con capacidad y poder para adoptar las decisiones más importantes, aquellas que afectan a la vida y la muerte de millones de personas? Cuando yo era muy joven, y la Guerra Fría estaba muy caliente, la propaganda de todas las partes nos hacía creer que, entre los arcanos celosamente custodiados en los arsenales de los respectivos bloques militares, había medios secretos capacitados para descubrir el más mínimo movimiento del enemigo y armamento disuasorio infalible. De la misma forma, pensábamos que los negociadores de la tensa entente eran gente, si no compasiva y empática, sí inteligente, consciente del horror que podría desencadenarse y profundamente conocedora de los requiebros de la diplomacia. Así las cosas, confiábamos ciegamente en que estábamos en buenas manos, que pese al ambiente belicista todavía quedaba algo de sentido común entre la dirigencia.
La realidad, vista desde la perspectiva que proporciona el tiempo transcurrido, era bien distinta. Hoy sabemos que estuvieron a punto de pulsar el botón rojo en varias ocasiones, que los espantosos misiles intercontinentales hubieran fallado más que los cohetes de feria y causado muchas más bajas entre la población que decían defender que en la de los enemigos, que tras los silos que guardaban las armas todopoderosas se escondían los "cuartos traseros" donde se vertían sin control residuos radiactivos o se realizaban espantosos experimentos de los efectos de las armas nucleares sobre inocentes discapacitados, al más puro estilo Mengele, y que aquellos aparatos de inteligencia no sabían ni la millonésima parte que las redes sociales actuales. De la misma manera, y tras la desclasificación de abundantes documentos, sabemos que muchas decisiones y acuerdos se adoptaron irreflexivamente, de prisa y, con preocupante frecuencia, para mantenerse en el poder o por otros intereses estrictamente personales, cuando no propiciados por un ambiente saturado de vapores etílicos e infestado de los humos procedentes de pipas y habanos.
Sospecho, y no me tachéis de agorero, que las cosas no han cambiado demasiado. Bueno sí, el tabaco y las copas quizás se hayan sustituido por ejércitos (¡vaya, me sale el lenguaje bélico hasta por los poros!) de contaminantes botellines de plástico, conteniendo aguas minerales de lo más exóticas, y variadas infusiones con propiedades diuréticas. No confío, pues, en quienes deben evitar un nuevo derramamiento de sangre europea (hay algunos que juegan a la guerra porque su casa está lejos de donde se dirimen los conflictos y otros se deleitan con delirantes obsesiones imperiales), y creo que en esta insensata partida de ajedrez solo nos salvaría la rebelión de los peones, de esos que tan despiadadamente sacrifican los que ven la partida desde fuera del tablero.
Queridos amigos, es hora de que nos persuadamos de que estamos en manos de "Torrentes, los brazos tontos, y perversos, de los imperios".

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